CARTA ABIERTA A PEPE IGLESIAS

 


Carta Abierta a José Iglesias Benítez, poeta y amigo

 

    ¿Tú también, Pepe?, ¿recuerdas? Nos conocimos personalmente hace 40 años en el Hogar Extremeño de Madrid, Gran Vía, 59. Era febrero de 1980…, y nos veríamos por última vez este último febrero de 2020 en el Hospital, donde me acababan de operar.

    Y es que durante estos 40 años han pasado tantas cosas vividas y compartidas por ambos, que me sería imposible recordarlas todas; pero sí que fueron importantes.

    Probablemente sean los primeros pasos que dimos los dos, tú y yo, junto al amigo Ángel Morillo Sudón, para la fundación posterior de la Asociación Cultural Beturia (1987) de la cual debemos sentirnos satisfechos por los logros obtenidos desde aquellos momentos hasta nuestros días. Y ahora vas tú y me dejas; y lo haces en plena orfandad. Y me pregunto: ¿qué hago yo? Porque lo sabes, me quedo solo de aquellos primeros comienzos. Quedo yo, únicamente, de la Gran Familia Hogareña que formamos en los albores de los años ochenta. Recuerda, Pepe: En aquel primer grupo estabas tú y estaba yo; pero también muchos más; y todos extremeños, como nosotros dos. Pero poco a poco nos irían abandonando, Pepe, recuerda, todos. Quedábamos por ende, tú y yo; y yo trece años y dos días mayor que tú; ya lo sabes, 22 y 24 de mayo. Y ahora vas tú y también me abandonas. Porque, recuérdalo bien y no lo olvides, quedábamos tan sólo los dos…, y es que: ¡No hay derecho!

    Antes, recordarás que nos fue abandonando para siempre aquel grupo de amigos geniales, generosos y hermanos en la amistad, con los que nos reuníamos y compartíamos las cosas extremeñas en nuestro querido Hogar, sí tu Hogar y el mío…, y el de ellos. Y en un momento, ¡paf!, quedamos sólo tú y yo. ¿Y ahora…?

    El primero del Grupo que nos abandonó fue, recuerda, Juan Pedro Vera Camacho, sí, el de Fuenlabrada de los Montes. Y después uno por uno nos fueron dejando Pascasio Peña Abril, de Granja de Torrehermosa, de donde eran asimismo los ausentes y bienaventurados José Miguel Santiago Castelo y su padre José y su hermana Lola; los dos Diego: Barquero, de Quintana de la Serena, y Blázquez -el sacerdote-, de Retamal de Llerena; y el otro Blázquez, Gabriel, de Jaraicejo, sí el de la taberna Extremadura; y también el grandísimo Pedro de Lorenzo, de Casas de Don Antonio; y nuestro Rafael García-Plata, de Cáceres, que fue quien nos presentó, como bien recuerdas; Emilio Rodríguez Abancéns, de Jerez de los Caballeros, que fuera presidente del Centro al igual que lo fuese Rafael y como tú mismo, Pepe, el último; y nuestro muy querido por ambos Jaime de Jaraíz, sí, de Jaraíz de la Vera.

    Y también se marcharon definitivamente aquellos “colegas” que eran, además de la Gran Familia Hogareña, también lo eran conmigo de la Coral Polifónica del Hogar, que dirigiera el maestro Julio Pardo. Nos dejaron Luis Andrada, de Torremocha; Juan Sánchez de la Viuda, casado con Victoria, de Jarandilla; y Federico Guerrero, cuya esposa Isabel, también fallecida muy pronto, lo fuese de Miajadas. Y señalar igualmente a las mujeres que formaron parte de esta Gran Familia, y que asimismo nos dejaron para siempre…; además de Lola Santiago, ya nombrada, Asunción Delgado, de Ceclavín, fina y exquisita poeta, como tú, Pepe; y María José Guerrero, de Esparragosa de Lares. Todos aquellos socios y compañeros nos irían dejando apenas sin aviso alguno. Y ahora vas tú y también me dejas, Pepe. Y me dejas solo, lo sabes, quedo huérfano total de aquel primitivo y animoso Grupo. Sea para todos vosotros la Paz y la Gloria; bien merecidas las tenéis, porque en todos los señalados se hizo constante la generosidad, el bienhacer y el buen extremeñismo.

    Como recordarás, insisto una vez más Pepe, quedábamos de aquellos primeros compañeros tan sólo tú y tu amigo Alex, como a ti te gustaba bien llamarme. Y es que sí, es verdad, quedan algunos colegas de aquella primera hornada tan singular y valiosa que formamos en los primeros ochenta. Pero antes o después abandonarían Madrid, y por tanto el Hogar Extremeño. 

    Estoy pensando en nuestro Antonio Pedrero, de Campillo de Llerena, que pronto marcharía hasta Sevilla; en Plácido Ramírez Carrillo, de Puebla de la Reina, que lo haría a Badajoz; y en el más reciente en salir, “el tito” Juan José Arias, de La Coronada, que recalaría en Villanueva de la Serena. A éstos tendríamos que añadir el nombre de Alfonso Caballero Trenado, de Siruela, que si bien no abandonó la Comunidad de Madrid, fijaría su residencia en la otra Fuenlabrada, y se apartaría pronto del Grupo.

    Aquéllos y estos últimos nos abandonaron, ciertamente. Y ahora vas tú y también me dejas. Repito, insisto: No hay derecho. Te vas como lo hicieron los otros, sin hacer apenas ruido y sin decir ni mu.

    Mientras redacto estas líneas, Pepe, tengo puesto música de fondo en el ordenador. ¿Y sabes qué estoy escuchando? Una canción muy querida por ti y por mí y que tú gustabas a veces cantar en los espacios de asueto. Porque ten presente que en momentos eufóricos, te atrevías a ponerle voz a Horacio Guarany con su Volver en vino: “Si el vino viene, viene la vida (bis)/ vuelvo a mi viña, tierra querida (bis)”, y lo repetías varias veces. 

    Reconozcámoslo, Pepe, que a ese vino le ponías mucha “voluntad” y algo de pasión; eso sí, -porque sabes que las musas fueron sumamente generosas contigo con la poesía y la prosa-, pero no así con el canto.

    Y ya, volviendo al tema, Pepe Iglesias, que te has marchado para siempre, me pregunto yo una vez más: ¿qué va a pasar con aquel tándem que decían algunos, que formábamos los dos, tú y yo? Que evidentemente ha desaparecido. Tengo muy claro que me dejas más huérfano que nunca, Pepe amigo. Eres el último en abandonar la vieja y bien hornada Familia Hogareña, que empezó y formamos un ya lejano día en nuestra privilegiada, querida y admirada Casa en común, el Hogar

    Extremeño de Madrid; y que diese comienzo para aquel Grupo un día de febrero del año 1980. Y te digo que me gustaría que en tu honor y en el de tanta buena gente que por allí ha pasado ofreciendo lo mejor de sí mismos, debemos de continuar en el empeño para ejemplo de nuevas generaciones de extremeños y no extremeños amantes de nuestra cultura regional, de la que tú fuiste un ejemplo a seguir. Desconozco, Pepe amigo, mi futuro del modo en que transcurrirá, pero de lo que estoy muy seguro es que tú, donde quiera que te encuentres, tal vez en la Casa del Padre, seguirás escribiendo versos…, -no lo podrás evitar- y por supuesto, como lo hiciste siempre, de alta calidad. Y dadas tus facultades para rodearte de amigos, éstos disfrutarán con tus nuevos poemas. También actuarás, sin duda, dando lecciones de bonhomía, como hiciste hasta ahora. Así lo espero y así lo deseo, querido “hermano menor”; te recordaré siempre y por siempre. 

Mi abrazo hondo y sincero.

Tuyo, tu “hermano mayor”, Alejandro García Galán.


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