CENTENARIO DE “ EL MIAJÓN DE LOS CASTÚOS”
Fue en julio de 1988, y lo tengo bien presente porque los septuagenarios recordamos con más claridad lo que vivimos hace treinta y tres años que lo que nos sucedió ayer. Estábamos en Buenos Aires, en una mañana de domingo fría y luminosa del invierno austral y el grupo de extremeños que formábamos parte de la expedición que volvía de Santiago de Chile donde había tenido lugar el III Encuentro de Educación y Comunicación organizado por Extremadura Enclave 92, decidimos visitar el mercadillo de San Telmo, en la plaza Dorrego, en pleno barrio porteño, donde los vendedores de antigüedades exhiben desde valiosas platerías y porcelanas hasta periódicos amarillentos y libros manoseados y añosos. Pues, como muy bien me recordaba hace pocas fechas mi amigo Esteban Cortijo, que me acompañaba en aquella ocasión, “ en un cajón de madera, entre publicaciones de la época peronista y libros de Evita”, me encontré la obra de Luis Chamizo, EL MIAJÓN DE LOS CASTÚOS, motivo de este artículo.
Pero no solamente me encontré un ejemplar de esta obra, de los que hay miles, es que el ejemplar encontrado, encuadernado en tela y cartoné, era la primera edición argentina, publicada en Librería Hachette S.A. de Buenos Aires en 1941, veinte años después de su “ nacimiento” en España en 1921. En la última página sin numerar del libro se puede leer : “ Este libro se termino de imprimir el día 1 de diciembre de 1941 en los Talleres Gráficos Rodríguez Giles, Rondeau 3068 Buenos Aires.
Este apreciado ejemplar está numerado en mi Biblioteca de Temas y Autores Extremeños ( BITAEX ) con el dígito 609, y lo traigo a colación por estar celebrándose el centenario de su publicación.
Chamizo supo cantar en esencia el vigor, la belleza y el espíritu de nuestra tierra y trasladarlo con esta primera edición argentina a la otra orilla del Atlántico, donde tantos y tantos recuerdos dejaron los extremeños de ese vigor, esfuerzo y sacrificio a partir del descubrimiento.
Quede aquí, como sencillo homenaje a esta obra centenaria la anecdótica adquisición de un ejemplar que demuestra la expansión de la rapsodia extremeña allende los mares.
Aquel domingo 24 de julio de 1988 tuve la agradable sorpresa de encontrarme con la obra más “castúa” de la bibliografía extremeña.
Francisco Valverde Luengo.