CORRESPONDENCIAS SOBRE LA MUERTE DE BARTOLOMÉ JOSÉ GALLARDO

 



            CORRESPONDENCIA SOBRE LA MUERTE DE BARTOLOMÉ JOSÉ GALLARDO.

Bartolomé Díaz Díaz.


   Pasados apenas quince días de la muerte del gran bibliógrafo extremeño en Alcoy, su sobrino Juan Antonio Gallardo Martín Rivero, recibe una misiva desde París, con fecha de 2 de octubre de 1852, firmada por José Segundo Florez, a la sazón director del “Eco de ambos mundos” y residente en la 13 rue Neuve Coquenard de la capital francesa.

   Solicita don José información biobibliográfica para anunciar el fallecimiento de don Bartolomé en el periódico que dirige. Para ello busca datos exactos, noticias de primera mano y, por este motivo, se dirige a su sobrino Juan Antonio sabedor de la gran relación que hubo entre tío y sobrino aunque, a veces, esta relación resultó bastante desilusionante para el primero. Textualmente el famoso periodista escribe:

   Mi querido amigo:

   Escribo a V. muy deprisa porque no quiero perder el correo de hoy. Mucho agradeceré a V. que a vuelta de correo me envíe una notita biográfica de su tío D. Bartolomé; pues en el nº del Eco de ambos mundos, que habrá de publicarse el 14 del actual, tengo que dar la necrología, y quisiera andar acertado. Para ello, nadie mejor que V. Si V. la escribe, y me la envía, tanto mejor; si no, la nota o apunte para mí.

            Suyo afectísimo amigo que le quiere y b.s.m. José Segundo Florez.

   

    Transcurridos seis días de la recepción de la anterior carta, Juan Antonio Gallardo contesta a don José Segundo Florez en los siguientes términos:

 

 Mi querido amigo: lo que V. me pide, no es cosa en que yo pueda complacerle como quisiera, a vuela pluma, porque es negocio para más despacio, y trabajo que me propongo yo hacer con todo el lleno de la información necesaria, al publicar las obras que de mi tío encontremos entre sus libros y papeles. Como quiera, diré a V. que mi tío nació de padres honrados, pero pobres, mis abuelos Juan Gallardo (labrador) y Ana Lucía Blanco, el día 13 de agosto de 1776 (año fatal para los de teati en España). Aprendió las primeras letras en su pueblo (Campanario) con el presbítero D. Manuel Méndez, sacerdote venerable por su piedad y virtudes evangélicas, y el latín con el preceptor don Francº Antonio de la Peña,(1) que también fueron mis maestros. Como pariente más cercano de los fundadores de una Capyª familiar, (2)  que por sus pingües rentas se conoce en mi pueblo con la denominación de la Grande, mis abuelos, siguiendo la corriente de aquellos tiempos; le dedicaron a la carrera eclesiástica y le mandaron a Salamanca, no sé en qué año, al lado y bajo el cuidado y dirección de nuestro deudo D. Juan de Valdivia, freire del hábito de Alcántara, con quien vivió algún tiempo, hasta que su genial sacudida y escuto le hizo romper con él, por no avenirse sus inclinaciones con las exigencias de aquel. De su resulta lo hubiese pasado mal, a no haber sido por el entrañable cariño que desde que le conoció hubo de profesarle el Dr. D. Juan María Herrera, Bibliotecario de aquella Universidad, con quien vivió la mayor parte del tiempo que estuvo en Salamanca, en donde muy temprano se hizo notable por su ingenio, instrucción y travesuras propias de su edad, sin haber vuelto a mi pueblo hasta el año de 1803 o cuatro al bautizo de mi hermana o de una prima mía (3).  Después regresó a Salamanca en donde fue oficial de la Contaduría de propios, por nombramiento que le dieron sin solicitarlo, hasta que en 1805, ó 6, a resultas de unos amoríos, riñó con el objeto de su amor y se fue a Madrid, y ganó por oposición la cátedra de Francés, de la Real Casa de Pajes, que sirvió hasta el aciago día dos de Mayo de 1808. Lo demás es público y no creo  que V. lo ignore. Su muerte ocurrió en Alcoy el día 14 de septiembre último a las seis y diez minutos de su tarde. Iba a enterrársele en una sepultura cualquiera, pero el sr. D. Antonio Ridaura, persona de lo más distinguido de aquella ciudad, socio de la casa de los Sres. Ridaura Hermanos, de aquel comercio, y hombre de principios liberales, le dio un nicho en el panteón de su familia para que le honrase, según sus propias palabras. En aquella ciudad le han prestado servicios muy generosos y extraordinarios los Sres. D. Ildefonso Martínez, médico de los Baños minero-medicinales de Bellús, junto a Játiva, amigo suyo, y D. Vicente Gisbert y D. Miguel Parera, jóvenes liberales que le conocieron solo cinco días antes de su fallecimiento. Ruego a V. que al hacer uso de estas noticias aproveche la ocasión para tributarles las más cordiales gracias a estos cuatro Sres. por su comportamiento, diciendo que sabe que yo y la familia del difunto jamás dejaremos de tributárselas: y mándeme V. el número del Eco de Ambos Mundos en que inserte su artículo. Sin tiempo para más, y con protesta de escribirle despacio más adelante, soy de V., amigo mío, afectísimo de todas veces q.b.s.m.= Juan Antonio Gallardo= Contaduría de Hacienda Pública de la provincia de Toledo.

   


   Desde Toledo, con fecha de 23 de octubre, nueva carta de Juan Antonio Gallardo a D. José Segundo Florez, contestando a la que debió recibir de éste el día 16 de este mismo mes y de la que no tenemos copia, pero sí disponemos de la transcripción de la remitida por Juan Antonio que, por su extensión, resumiremos y sólo transcribiremos en parte.

   Cuenta el sobrino de Gallardo como, después de abandonar la carrera eclesiástica, se dedicó al estudio de la medicina, obteniendo el grado de Bachiller, aunque nunca profesó. De sus primeras composiciones literarias donde destaca la Defensa de las poesías de Iglesias contra la calificación que de ellas hizo el Sto. Oficio… y mereció los honores de ser recogido por el tribunal de la fe, con tan extremada rigidez, que sólo se salvó un ejemplar que tomó mi difunto padre D. José Antonio Gallardo, hermano de mi tío, de los pliegos de capilla que éste le remitió de Salamanca según se iban imprimiendo; ejemplar que después recogió mi tío para regalársele a la Sra. Marquesa de Villafranca que deseaba tener una producción suya  que nadie tuviera, y a quien mi tío estaba por más de un concepto en la obligación de complacer de todo en todo, y no hemos podido volver a ver…

   También le menciona las traducciones del francés del Discurso Mr. Alibert sobre la conexión de la medicina con las ciencias físicas y morales; y después la de la Higiene del Dr. Pressavin. Narra cómo es nombrado Comisario de la División de vanguardia del ejército francés al retirarse de la guerra con Portugal, a fin de proveerla de los mantenimientos, bagajes, etc. a su tránsito por España, evitando todo género de vejaciones y disgustos entre las tropas y los pueblos…

   Después de contemplar los sucesos del 2 de Mayo en Madrid, marchó mi tío a Extremadura refiriendo en los pueblos de su tránsito con los más vivos colores los horrores de aquel día tan glorioso para nuestra patria, como afrentoso para las legiones francesas y encendiendo en los pechos de cuantos le oían, el fuego santo de la independencia y de la venganza. Con tan patriótica idea recorrió gran parte de la provincia de Extremadura, reuniéndose después con el Excmo. Sr. Dn. Gerónimo de Portocarrero –célebre conde del Montijo- a quién siguió constantemente en Extremadura, condado de Niebla, prova. de Sevilla y Serranía de Ronda en clase de amigo y de secretario íntimo hasta que en 1809 ó 10 se refugiaron a Gibraltar y de allí pasaron a Cádiz.

   En esta ciudad, sin que pueda asegurarlo, cree Juan Antonio que se dedicó a escribir en algunos periódicos políticos  que se publicaban. Por esta época escribió La apología de los palos  y alguna otra obra cuyos títulos le remite (4).  A continuación cuenta las consecuencias tan dramáticas para él tras la publicación de la ley sobre la libertad de imprenta. 

                                                Edición de 1838

   Promulgada como ley del Estado la Libertad de Imprenta, los primeros que de ella abusaron fueron los serviles, curas y frailes, por cuya excitación escribió, creo que un canónigo llamado Ayala, un librejo intitulado “Diccionario razonado manual para inteligencia de ciertos escritores que por equivocación han nacido en España”, en el que el autor a vuelta de mil sandeces usaba bala roja contra las instituciones liberales y sus afectos defensores. Y creyendo estos de su deber hacer una defensa justa de sus principios a la vez que una crítica severa y punzante del Diccionario Manual, se acordaron de mi tío, que ya era Bibliotecario de las Cortes, como de la persona más competente para dar honrosa cima a tal empresa. Dijéronselo en una reunión a que asistieron los extremeños Muñoz Torrero, Calatrava (Dn. J.M.), Álvarez Guerra (Dn. Juan), el Dr. Dn. Juan Mª Herrera y algunos más que no recuerdo; y mi tío se excusó al principio, pero al fin cedió y se avino a escribir su “Diccionario crítico-burlesco del que se titula razonado y manual…”, con tal que se le apuntaran en los puntos dogmáticos el Sr. Muñoz Torrero con alguno que otro de los eclesiásticos liberales que a la sazón había en las Cortes, como jueces competentes en una materia en que él se reputaba completamente lego: prometiéronselo así, y escribió mi tío su Diccionario crítico-burlesco que le apuntó en lo dogmático Navas, diputado a Cortes y maestro que fue del malogrado Dn. Manuel Flores Calderón. Leyósele a los referidos extremeños y otros, para su censura y aprobación, antes de imprimirle, y todos aprobaron con entusiasmo cuanto contenía. Publicóse el Diccionario, y de sus resulltas se levantó tal polvareda que mi tío fue preso en el castillo de Sta. Catalina de Cádiz, en donde sin libros ni materiales de ningún género escribió su defensa, usando en ella de los escritos de los S.S. P.P. para quemar más a los serviles, curas y frailes, que dieron al Diccionario la interpretación que él quería, pero no la de sus palabras. Y a consecuencia de su defensa, que se imprimió, fue puesto en libertad, a pesar de la primera sentencia de la Junta de Censura.

   La Defensa  es un escrito grave y serio, que ha merecido siempre grandes elogios de todos los literatos competentes a quienes yo he oído hablar de ella hasta el punto de creer algunos que es lo mejor que mi tío ha escrito (5).  Al final de su intervención notará V. que dice “¡Cobardes¡ el que no tenga valor para defender la verdad y morir por ella, enfrente tiene la costa de África. Esto alude a los extremeños antes citados, quienes le incitaron a que escribiera el Diccionario, y en el público y en el seno de las Cortes se levantó la polvareda, no fueron siquiera para pronunciar en su defensa una sola palabra, y fue preciso que el diputado americano Mejía (6) (con quien por cierto estaba mi tío a la sazón torcido) saliese en su defensa, que hizo con tanto calor, que el Congreso decidió no haber lugar a tomar en consideración la proposición que hicieron los serviles para que, preso mi tío por un supuesto delito de imprenta, se le destituyese del cargo de Bibliotecario de las Cortes que ya desempeñaba fiel y cabalmente según no pudieron menos de confesar sus mismos enemigos políticos. Del diccionario llegó a tener mi tío once ejemplares de otras tantas ediciones distintas sin haber él hecho más que la primera. Continuó mi tío en Cádiz hasta que expulsadas de España las tropas francesas se trasladó el Gobierno a Madrid, adonde le siguió en el año de 1814 en que vuelto el Rey Fernando 7º de su cautiverio, y visto el aspecto que presentaban las cosas políticas y el riesgo que corrían los que profesaban ideas liberales, se marchó de Madrid a Campanario y de allí, con mil trabajos, a Portugal, y reunido en Lisboa con el Sr. Conde de Toreno (de quien siempre fue amigo y a quien siempre mereció los oficios de tal en el más alto grado, a pesar de no haber estado después conformes en política) se marcharon a Inglaterra.

   Allí permaneció dedicado a sus estudios literarios que le tuvieron en contacto con los literatos más eminentes de aquel país, y conspirando para el restablecimiento del Sistema representativo en España hasta que jurada y promulgada la Constitución el 7 de marzo de 1820, regresó, mediado ya el año, a su Patria. Llegado a Madrid, volvió a obtener su destino de Bibliotecario de las Cortes, que desempeño hasta que dejó de regir el sistema representativo, en 1823.

   Sigue informando de los sucesos que acontecen a don Bartolo en el transcurrir del tiempo: el asalto en Triana al barco que transportaba los equipajes de los diputados, de consecuencias tan nefastas para el tesoro bibliográfico que en varios baúles llevaba Gallardo. Estos hechos provocaron los reiterativos viajes del campanariense a Sevilla, a partir de esta fecha, en un intento, fallido la mayoría de las veces, de recuperar sus apreciados libros; los títulos de las obras nuevas dadas a la luz por el genial extremeño, su estancia confinado, cuando no preso en Castro del Río, en la misma cárcel que en su tiempo ocupó Cervantes.

   Jerónimo Gallardo y de Font, hijo de Juan Antonio, en los datos recopilados del proceso a Gallardo por el Diccionario, al final de la Comparación entre el Razonado Manual y éste, nos resume el proceder del gran bibliógrafo de Campanario:

   En el cerebro de Gallardo retozaba de continuo la musa juguetona y un poco maldiciente, que siglos atrás inspiró al gran Quevedo; en su corazón solo tenían cabida los sentimientos de la verdad y la belleza. Eterna dama de sus pensamientos fue la libertad; por ella luchó siempre, y a su defensa salió, atacando, sin reparar en quienes fueran sus enemigos, ni qué clase de armas esgrimían: a Gallardo le bastaban su erudición, cual ha habido pocas, y su desenvuelto gracejo; y como era un convencido, siempre luchó con ventaja, por más que su acendrado amor a la  libertad le costó muchos sinsabores, infinidad de persecuciones, grandes temporadas de cárcel  y doce años de emigración.

   Y todo eso lo sobrellevó con paciencia porque estimaba un deber sus sacrificios por la libertad civil y política de España.

                                            Cementerio de Alcoy

   Transcurrido un tiempo más que prudencial de los envíos a París, por parte de Juan Antonio, de los datos que sobre su tío Bartolomé consideró interesantes para su publicación, y colmada su paciencia por la prolongada espera de los deseados ejemplares de El eco de ambos mundos, que debían albergar, en su sección literaria, el trabajo sobre la vida y obra de Gallardo a cargo del corresponsal don José Segundo Florez, según había prometido; como  para el mes de abril de 1853 no habían llegado, Juan Antonio escribió al sr. Florez en términos que debieron soliviantarle según se puede adivinar  por la respuesta que, fechada en París el 19 de abril de 1853, de forma resumida nos informa:

   Mi querido amigo Gallardo. Buena filípica me lanza V. Cualquiera diría que tiene V. razón al oírle o al leerle. Sin embargo no la  tiene V. (permítame que se lo diga así), sino a medias; tiene V. la apariencia de la razón nada más. Vamos a cuentas: si V. conociera, amigo mío, las exigencias de esta clase de publicaciones, quincenales, para pueblos que tienen ya sus hábitos adquiridos, buenos o malos, tocante a la lectura europea, hábitos que no he formado yo, pero que no me es dado destruir de un voleo; antes bien, tengo precisión de sufrir sus consecuencias, porque para esto está aquí la concurrencia periodística que no me deja la libertad de obrar de otro modo, entonces, querido paisano, no trataría V. con esa crueldad propiamente gallarda. ¿No es verdad?.

   Cuando tuve el gusto de recibir sus preciosos apuntes y documentos, sabe V. que ocurrió lo de la proclamación del Imperio (7),  y después el casamiento, fiestas, etc., sucesos todos que hicieron necesario un aumento extraordinario en la parte política de noticias de Francia que nos obligaron a prescindir de la Sección Literaria  durante algunos meses. Pasó aquella bulla; y heme aquí con la Sección Litª. llena, por costumbre o por derecho consuetudinario, como dirían nuestros abogasnos, por ese maldito hábito del cual me quejo arriba. Un discurso académico de Olózaga, en dos números, la contestación de M. de la Rosa en el 3º; otro discurso de Lafuente en otros dos números y la contestación de Cabanilles en 3º y 6º, es decir, tres meses de Eco los dos académicos, aquí tienes la Sección ocupada. Dirá V. ¡cáspita! y es antes esa gente que D. Bartolomé? Y a fe mía que tiene V. razón en exclamar así; pero si bien cedo a V. la razón absoluta (que es la de mejor ley), yo me reservo la relativa que es la más fuerte por desgracia. Si siempre hubiéramos de hacer lo que debemos, lo que queremos, lo mejor… entonces parecería el mundo un reloj.[...] Los americanos quieren recibir siempre a todo trance los discursos de nuestros hombres o de nuestros nombres notables, sobre todo discursos aca démicos. A esto los han acostumbrado aquí, principalmente. La sección consagrada a ese género de trabajos es la literaria. Esto es natural, de aquí la precisión, la obligación de darlos y de darles en la Sección Litª. ¿Cuándo? Al momento que se reciben aquí; si es posible, íntegros en el primer número. ¿Por qué no aguardar? Porque el periódico gabacho que nos hace concurrencia no los dé a leer a los americanos antes que nosotros. Aquí tiene V. el motivo de la preferencia. Los artículos sobre Gallardo podían esperar porque estaban o parecían estar seguros en mi cajón. Mientras que los discursos de los académicos podían tomarnos una grande delantera en las columnas de nuestros rivales. Ahora ya es otra cosa. Lo que V. me dice me empeña en publicar el primer artículo sobre el tío en el número de Eco correspondiente al 30 de corriente; pues en el que hoy mismo ha salido a la luz va ya la contestación de Cabanilles a Fray Gerundio. Esta palabra la cumpliré; pues no me he afrancesado tanto com V. se figura, a punto de cambiar la gravedad extremeña por la ligereza de los galos…

   Le recuerda la prohibición de este periódico en España…, pero yo se le envío a mi padre, y le recibe. Algunos se pierden, serán abusos de empleados. Hago a V. esta advertencia porque pudiera faltar, no por abuso, he dicho mal si no por el cumplimiento de la real orden que le prohíbe. Solo a la tolerancia o a la incuria o falta de cuidado, debemos el hacer pasar algunos números que se reciben en Madrid, en Barcelona, en el Almendral, etc. 

   Esta advertencia de José Segundo Florez a Juan Antonio Gallardo debe estar motivada por la recomendación que le hace éste de que envíe algunos ejemplares a su hermano Diego Leonardo que ejerce como catedrático en Jerez de la Frontera.


BIBLIOGRAFÍA: Archivo de Don Luis Chacón Gallardo.

(1) El nombre del preceptor de gramática es Fernando Antonio de la Peña, nacido en La Coronada el 20 de octubre de 1754. Llegó a Campanario en 1786, donde ejerció hasta 1809, que sepamos. Gallardo, discípulo suyo, elogia su labor docente en más de una ocasión. Al señalar Juan Antonio como preceptor a Francisco Antonio de la Peña, nacido también en el vecino pueblo el 28 de diciembre de 1745, comete un error que extraña si, como dice, también fue discípulo suyo, cosa que ponemos en duda por haber nacido en 1806 y sólo contar con tres años de edad cuando don Fernando deja su labor docente. En cuanto a Don Manuel Méndez de Olivera, el maestro de Gallardo, fue el padre del sacerdote, coincidente en nombre y apellidos.

(2) En la Capilla del Sagrario, durante las recientes obras realizadas en la parroquia, se ha descubierto, entre otras cosas, una lápida recordatoria del enterramiento de la nieta de los fundadores de esta capellanía. Se puede ver el artículo que trata de ello en "Al aire 2015" de B. Díaz y F. Cruces.

(3) Efectivamente, Gallardo estuvo en Campanario el 21.10.1804, pues figura como padrino en el bautizo de Ana Petra, hija de su hermano José Antonio y de María del Carmen Martín Rivero. (Archivo parroquial de Campanario. Bautismos, 15, folio 37 recto)

(4) El Ayuntamiento de Campanario celebró la creación del Premio de Investigación Bibliográfica Humanística "Bartolomé José Gallardo" en octubre de 1998 y que se llevó a cabo su I Edición, publicando para ello "Apología de los palos" con un pequeño estudio preliminar de Alejandro Luis Iglesias, primer ganador del certamen.

(5) El ayuntamiento de Campanario publicó en 1980 un facsímil de la edición primera del Crítico burlesco de 1811 y en el mismo volumen se incluía la "Defensa" del autor, firmada en el castillo de Santa Catalina. El ejemplar para la edición me la cedieron gentilmente mis amigos Eduardo y Francisco de Córdoba Soriano.

(6) El diputado americano don José Mejías salió en defensa deGallardo, a pesar de algunas desavenencias entre ellos. Fue secundado por los demás diputados de ultramar que arrastraron en el voto a otros liberales y pararon así su destitución como Bibliotecario de Las Cortes.

(7) En Francia se conoce como Segundo Imperio la etapa de gobierno comprendida entre el 2.12.1852 a 1.9.1870 (batalla de Sedán), siendo emperador Napoleón III, que casó con la granadina Eugenia de Montijo el 30 de enero de 1853.




       NOTA: Esta colaboración en nuestro blog fue publicada en Noviembre de 2015 por el Fondo Cultural Valeria, el Ayuntamiento de Campanario, colección Cuadernos del Gallardo, e impreso en la Universidad Popular de Campanario en un folleto de 16 páginas en octava, de difusión gratuita. Papel offset de 90 gramos, una tinta.