ANTONIO MACHADO Y ÁLVAREZ Y EXTREMADURA.

 

Escultura de Antonio Machado en Baeza. Origen Internet.

Antonio Machado y Álvarez y Extremadura. La reflexión “antropológica” extremeña de finales del XIX (Innovación temática y avances metodológicos)[1] 

 

   Javier Marcos Arévalo

Universidad de Extremadura

RESUMEN

Estructuro el texto en tres apartados interrelacionados. Trato en el primero de los antecedentes familiares de Antonio Machado y Álvarez y de los estrechos vínculos amicales que mantuvo con los folkloristas extremeños desde su temprano encuentro en las aulas de la Universidad de Sevilla. Me ocupo en el segundo de dos cuestiones básicas: la evolución intelectual de algunos folkloristas y su consecuente transitar desde el krausismo a actitudes positivistas y a una limitada aceptación del evolucionismo.  La obra propagandística sobre las Sociedades de Folk-lore en la prensa extremeña y el apoyo al proyecto machadiano completan este título. Concluyo el artículo con un análisis del “discurso antropológico extremeño” de finales del XIX, deteniéndome en varios puntos de avance: la innovación temática y la novedosa orientación metodológica que suponen algunas obras originales. 

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“(…) El pueblo para mí no es un nuevo ídolo en cuyas aras he de quemar incienso como los palaciegos ante sus monarcas, o los creyentes ante sus santos de madera. El pueblo es para mí el nombre con que pomposamente bautizamos una de nuestras ignorancias que sólo la ciencia conseguirá disipar (…)(A. Machado y Álvarez, 1884).

 

I

Los vínculos de Demófilo y el Folk-lore Andaluz con Extremadura y los extremeños

 

            Dos parecen ser las fuentes de la prolongada relación que Machado mantuvo con Extremadura: la familiar y la amical. Probablemente, uno de los factores que explican los estrechos vínculos que Antonio Machado y Álvarez tuvo durante su vida con Extremadura y los extremeños se debe a sus orígenes familiares por vía materna. Su madre, Cipriana Álvarez, su abuela materna, Cipriana Durán, y su bisabuela, Antonia Vicente Yañez procedían de Puebla del Maestre (Badajoz)[2]. Por los propios testimonios de Demófilo conocemos, asimismo, las frecuentes visitas que su madre hacía a su hermana María Luisa en Llerena, donde permanecía algunas temporadas. Allí vivía y trabajaba, también, su hermano Francisco, registrador de la propiedad.

Otra rama de sus antecedentes extremeños es la de los Álvarez Guerra, oriundos de Zafra (Badajoz). José Álvarez Guerra (1778-?), bisabuelo materno de los poetas y abuelo de Demófilo, se crió en el seno de una familia burguesa de ideología liberal, llegando su hermano Juan a ocupar el cargo de ministro en varias ocasiones (Pérez González 2007).  José contrajo nupcias, en 1814, con Cipriana Durán Vicente Yañez, hermana de Luis María, clérigo en Ahillones (Badajoz), y de Agustín, autor-compilador del romancero general (1849 y 1851) y director de la Biblioteca Nacional.

El matrimonio de Álvarez Guerra y Cipriana Durán Vicente Yañez tuvo cinco  hijos: Agustín, Francisco, José, María Luisa y Cipriana, ésta última casada con Antonio Machado y Núñez, padres de Antonio Machado y Álvarez. El abuelo materno de Demófilo fue un conocido filósofo, pensador y moralista, quien publicó una importante obra: Unidad simbólica y destino del Hombre en la tierra, o filosofía de la razón (1836-1837). En fechas posteriores la amplió varias veces bajo el título El universo y el hombre o la unidad simbólica (1845 y 1855); donde propone un sistema filosófico, moral y social original. Menéndez Pelayo en su Historia de los heterodoxos españoles lo convierte en un “precursor inconsciente” del krausismo. Y escribe: “(…) El sistema es, pues, una especie de armonismo krausista, y eso que Álvarez Guerra no tenía el menor barrunto de la existencia de un hombre llamado Krause”. A principios de la década de los años veinte del siglo XIX José Álvarez Guerra, como sucedió un siglo más tarde con Antonio Machado y Ruíz y parte de su familia, sufrió el exilio en Francia debido a sus ideas proclives al pensamiento político liberal. Tras la destitución de Fernando VII, en 1823, regresó a España (Pérez González 2007). Circunstancias vitales por las que no parece descabellado pensar, al menos como suposición, que tal experiencia del abuelo materno pudo dejar huellas en su nieto Antonio Machado y Álvarez y en su bisnieto Antonio Machado y Ruiz. Desde tal lógica, o intuición, hay que mencionar el hecho de que un manuscrito con la autobiografía de José Álvarez Guerra estuvo en manos de los Machado. Tal vez, sin apartarnos del terreno de las conjeturas, pudiera especularse que el pseudónimo “Un amigo del hombre”, tras el que estaba José Álvarez Guerra, pudo influir en la adopción por Machado y Álvarez del sobrenombre de Demófilo (amigo del pueblo). En su estudio biográfico sobre Machado, Joaquín Sama sugiere tal eventualidad (Sama y Vinagre 1893). Lo que parece evidente es que el pseudónimo estaba en sintonía con las modas y el contexto en el que surgen los estudios de Folklore y la aceptación de la categoría “pueblo” como su eje vertebrador. Así, una amplia y variada terminología basada en etimologías de origen griego se propusieron, sin demasiado éxito, tanto para designar a quienes se dedicaban a los estudios sobre las formas de vida del pueblo, “saber popular”, como para la nueva “ciencia” que entonces se iniciaba (Demótica, Demosofía, Demología, Demopsicología, Demobiografía, Demopedia…) (Guichot y Sierra 1922).

Sin lugar a dudas, otro sólido lazo de Machado y Álvarez con Extremadura tiene que ver con las estrechas relaciones de amistad que en fechas tempranas de su juventud trabó con algunos extremeños compañeros de estudios universitarios. Joaquín Sama y Vinagre se encuentra en Sevilla desde 1860, donde estudio Derecho y Filosofía y Letras.  Desde finales de la misma década (1868), Romero y Espinosa está en la ciudad del Betis, donde en 1870 se matricula en las mismas facultades. Dos años después encontramos a Matías Ramón Martínez y Martínez inscrito de manera oficial en mencionados centros académicos. De esta época debieron ser los primeros contactos y trato personal con Demófilo, que por entonces, al ser unos años mayor que Romero y Martínez, concluía su estudios de derecho. En este punto, creo que es significativo señalar que los extremeños, antes de salir de Extremadura para iniciar su formación universitaria, compartieron una experiencia en común: las enseñanzas que en el Instituto de Badajoz recibieron del introductor de la teoría krausista en Extremadura, el catedrático Tomás Romero de Castilla, quien precisamente les firma sus certificados de bachillerato para ingresar en la universidad de Sevilla. Y, como Machado y Álvarez, los tres fueron discípulos de Federico de Castro en la Hispalense, compartiendo más adelante, a excepción de Matías R. Martínez en lo que se refiere al terreno político y religioso, la ideología republicana y los planteamientos positivistas.

Desde el período de la Revista Mensual de Filosofía, Literatura y Ciencias (1869-1874), primero Joaquín Sama, krausista y posteriormente profesor en la Institución Libre de Enseñanza, y a partir de La Enciclopedia (1877-1881) Romero y Espinosa y el también extremeño Sergio Hernández de Soto contribuyen al proyecto cultural participando activamente en la sección fija de Literatura Popular: “(…) colaborando en ella, bajo la dirección de Machado con el pseudónimo de Demófilo, varios jóvenes literatos, entre ellos Don Francisco Rodríguez Marín, don Juan Antonio Torre y Salvador, don Luis Romero y Espinosa (…)” (Guichot y Sierra 162). Cabe suponer que los lazos de amistad fueron afianzándose con el transcurrir del tiempo. Existen testimonios epistolares que atestiguan que tales vínculos continuaron manteniéndose hasta el prematuro fallecimiento de Machado y otros compañeros y amigos. La relación que entabló Romero y Espinosa con Machado se completó con la amistad que el de Fregenal compartió con Alejandro Guichot, Luis Montoto, Micrófilo, Rodríguez Marín y otros. Vínculos que siguió fortaleciendo tras su regreso a Extremadura, donde a principios de la década de los ochenta dirige una verdadera cruzada propagandística y de divulgación del folklore en la prensa regional de la mas variada ideología política. Si bien, sus preferencias en este aspecto se decantaron por una postura progresista; que le vinculó al partido republicano, de cuyo comité local en Fregenal de la Sierra fue miembro destacado. Casi todos los folkloristas, intelectuales, gente de la burguesía universitaria, secundaron las ideologías progresistas, incorporándose en numerosos casos al liberalismo y al republicanismo.

Las campañas propagandísticas y la publicación de artículos “folklóricos”, que desde 1880 venían apareciendo en El Eco de Fregenal, antes siquiera de estar formalizado el movimiento folklorístico, y especialmente durante los meses de octubre a diciembre de 1881, son los antecedentes más inmediatos de la constitución del Folklore en Extremadura. El día uno de noviembre de 1881 abre la portada y segunda página de El Eco con el artículo intitulado “A la prensa extremeña”, que, aunque no lleva firma, no dudo en atribuir su autoría a Luis Romero y Espinosa. Otro artículo inaugural lleva por título “El Folklore extremeño”, que asimismo edita El Eco un mes después, el uno de diciembre de 1881. Se urge a que se cree el Folk-lore regional. La respuesta se concretó en la reunión celebrada en la ciudad de Badajoz en los primeros días de diciembre a la que, gestionada desde Sevilla por Demófilo, asistieron los catedráticos del Instituto provincial, varios literatos y los redactores de los periódicos de dicha población. Firman el texto Federico Abarrategui, Anselmo Arenas, Manuel Hidalgo, Miguel Pimentel, Isidoro Osorio y Pelayo Henao. Es decir, un grupo de notables profesores y abogados que se dirigieron al presidente del Folk-lore andaluz, José María Asensio y Toledo, en los siguientes términos: “ (…) Animados de mayor deseo que competencia, nos hemos reunidos en esta capital todos los que más o menos acertada o eficazmente procuramos el desarrollo de toda idea que tienda a prestar a la obscuridad de nuestras olvidadas provincias y hemos acordado establecer El Folk-lore Extremeño (…)” (La Crónica, 11-XII-1881). No obstante, los intentos por crear el Folk-lore extremeño, desde la ciudad de Badajoz, fracasaron. Y es a partir de entonces cuando Romero y Espinosa, en activa relación personal y epistolar con Machado, toma la iniciativa y en una junta convocada en nombre de la redacción de El Eco se reúne el 11 de junio de 1882 con una veintena de vecinos al objeto de constituir la Sociedad El Folklore Frexnense. Por sugerencia de Machado se nombran socios de honor a un nutrido grupo de profesores de la ILE, entre ellos a los extremeños Juan de Uña y Joaquín Sama, a intelectuales extremeños, como Vicente Barrantes, y a miembros de las Sociedades Económicas de Amigos del País, los Ateneos, directores de periódicos, así como a profesores de institutos y universidades tanto españoles como extranjeros. Y el Centro del Folk-lore Frexnense, aunque la primera sociedad en crearse fue el Folk-lore de Burguillos (8-XII-1881), se reconvierte en el Folk-lore extremeño. Así se denominará desde entonces, editando su propio órgano de divulgación, la Revista El Folk-lore Frexnense, que tras la desaparición de la revista El Folk-lore Andaluz, el 29 de abril de 1883, la extremeña cambia su nombre por la de Bético-extremeña para ofrecer sus columnas a los folkloristas andaluces. Machado, como secretario general de El Folk-lore Andaluz, envía notificación al Folk-lore extremeño aceptando, suspendida la publicación andaluza, el ofrecimiento de los extremeños:“(…) Faltaríamos no solo a un deber de cortesía sino a una dulce exigencia del corazón dejando de consignar que el beneplácito de la Sociedad Folk-lore andaluz para unir su nombre al de la región extremeña poniéndolo al frente de una Revista que sea órgano simultáneo, de ambas sociedades, nos llena a la vez de legítimo orgullo, de sincera delectación y gratitud profunda”. En 1884 en el tomo VI de la Biblioteca de las Tradiciones Populares Españolas (BTPE), Machado escribió el siguiente párrafo de elogio y reconocimiento al Folk-lore extremeño: “(…) Esta sociedad, que debe considerarse como un verdadero Folk-lore Extremeño, por haber sido Fregenal la capital folklórica de Extremadura, ha publicado con el título el Folk-lore Frexnense y Bético-extremeño una revista trimestral verdadera continuación del Folk-lore andaluz (…) En la actualidad sigue publicándose en forma de folletín en El Eco de Fregenal (…)”. En efecto, cuando a finales de año terminó el proyecto de la Bético-extremeña, Manuel Velasco y Jaraquemada volvió a ofrecer a los folkloristas extremeños y andaluces las páginas de El Eco y su separata literaria que dirigió Micrófilo.

            Estas relaciones y experiencias compartidas se fortalecen, asimismo, con el nombramiento de socios entre las diversas sociedades y centros de Folk-lore. La fraternidad entre los folkloristas no solo funcionó mediante el intercambio de materiales, sino que, como hábito o “ritual de reciprocidad”, se extendió a otros ámbitos convirtiéndose en una verdadera seña de identidad. Así, el Folk-lore Frexnense nombra socios honorarios a Antonio Machado, Juan de Uña, Joaquín Sama, Giusseppe Pitré, Hugo Schuchardt, Alejandro Guichot, Joaquín Costa, Cipriana Álvarez, Luis Montoto, Emilia Pardo de Bazán…A lo que el Folk-lore andaluz corresponde nombrando socios a varios extremeños, entre ellos a Sergio Hernández de Soto, quien llega a firmar su colección de juegos como socio del Folk-lore Andaluz, aunque desde 1882 era socio honorario del Frexnense. Los estrechos lazos de amistad y camaradería no sólo se plasmaron en el cambio de título del órgano divulgativo de los extremeños en favor de los folkloristas andaluces; sino también en las reseñas que andaluces y extremeños editan en los órganos de difusión de sus compañeros de otros Centros. Por ejemplo, la que firma Demófilo sobre la Revista El Folk-lore Frexnense en El Folk-lore Andaluz; o las recensiones que sobre la revista andaluza editan los extremeños Rafael Rico, “Nadie”, en El Folk-lore frexnense,  y Luis Romero en la Bético-extremeña.

            Mediante la bibliografía, la correspondencia existente y la sección de noticias que se reproducen en los órganos de difusión del movimiento folklorístico conocemos, por otra parte, el intenso intercambio de materiales que se dio entre los folkloristas. En el librito Colección de enigmas y adivinanzas en forma de diccionario (1880), publicado en el espacio temporal que transcurre entre la desaparición de La Enciclopedia y los inicios de la organización del “Folklore español”, puede encontrarse la primera prueba de lo que luego se convirtió en una práctica habitual entre los folkloristas: el “préstamo recíproco de materiales”. Porque la Colección de enigmas y adivinanzas, de Demófilo, se nutre principalmente de materiales andaluces y extremeños (Guichot y Sierra, 1922. 162). Valgan como ejemplo más preciso de la generosa actitud extremeña las remesas que Sergio Hernández de Soto entregó a Machado sobre los juegos infantiles. Parte de ellos los reprodujo en sus textos publicados en el Folk-lore Andaluz, Rivista italiana Giornale de Filologia Romanze y Archivio per lo studo delle tradizioni popolari. Si bien, Machado a su vez, quien venía cultivando el tema de los juegos desde 1880, entregó descripciones de juegos extremeños a Joaquín Sama. Los dos postreros trabajos sobre juegos de Machado, publicados en la Revista España (1885 y 1886), tienen como foco central la obra sobre juegos de Soto. En este caso el planteamiento y la reflexión de Demófilo giran en torno a la tarea educativa y paidológica; deteniéndose en los principios de adaptación, diferenciación, imitación y dramatización del juego. Concluye su recensión de la obra del extremeño con algo más que suspicacias sobre las supervivencias, prefiriendo enfatizar en las analogías y conexiones que se dan entre todas las producciones del folklore oral.

            A tenor de la correspondencia y las fuentes documentales que se conocen puede afirmarse que Luis Romero y Matías R. Martínez regularmente se intercambiaron materiales, llegando incluso a hacer un uso común de los documentos que recolectaban cada uno de ellos. Romero, además, remite periódicamente materiales de la tradición recogidos por él mismo al Folklore español, al Centro Andaluz y a Machado, Rodríguez Marín, Torre y Salvador, Alejandro Guichot y a otros folkloristas, como ellos mismos reconocen y agradecen en varios medios, publicaciones y a través de intercambios epistolares. Como ejemplo de ello valgan un par de testimonios: “(…) Acuso recibo de los trabajos manuscritos que nos ha enviado Luis Romero y Espinosa. Numerosa colección de materiales del Folk-lore extremeño y artículos varios (…)” (Alejandro Guichot 1885). O las palabras que al respecto escribe Micrófilo en la introducción a su obra “Un capítulo del Folk-lore guadalcanense”:“(…) Y ahora es ocasión de que yo dé las más cumplidas gracias a los que me han ayudado a la tarea de recoger materiales del Folk-lore; pero tal es la desgracia mía que siempre di con recolectores avaros y, por ende, ruines, excepción hecha de los señores Romero, Olavarría y Huarte, Guichot y sierra y Rodríguez Marín (…)” (1891).

            En el apartado “Correspondencia” del Boletín Folklórico Español (1885) se acusa recibo de los materiales que para su publicación envían los folkloristas españoles. Los materiales y las colecciones de los extremeños son de las más numerosos. Cipriana Álvarez Durán remite manuscritos sobre “Culinaria popular extremeña”, Hernández de Soto “Papeletas para clasificar los cuentos” y Romero y Espinosa “Materiales del Folk-lore extremeño y artículos varios”. Y el mismo origen tienen algunos de los registros cuentísticos que Demófilo publica tanto en la Biblioteca de las Tradiciones Populares Españolas (BTPE) como en El Boletín de la Institución Libre de Enseñanza (BILE). 

            El grupo extremeño, en fraternal relación con los principales adalides del Folk-lore Andaluz, dio buena cuenta de su acostumbrado dinamismo ocupando sus trabajos, casi por completo, cuatro de los once volúmenes que vieron la luz en la Biblioteca de las Tradiciones Populares Españolas. Los materiales extremeños de la BTPE (1883-1886), creada por Machado y Alejandro Guichot, son, quizás, la aportación regional más relevante: Apuntes para un mapa topográfico-tradicional de la villa de Burguillos (1884); los juegos infantiles de Extremadura (1884); Cuentos populares de Extremadura (1886) y “Tradiciones referentes a algunos sitios de Extremadura” (184).

            El clima de camaradería y amistad entre Demófilo y los folkloristas extremeños puede inferirse, asimismo, de dos costumbres de uso común o relativamente extendido: el hecho de dedicarse las obras y en algunas ocasiones prologarlas también. En 1884 Sergio Hernández de Soto dedica su obra sobre juegos al presidente del centro de Fregenal con las siguientes palabras: “(…) Al señor D. Luis Romero y Espinosa, ilustrado jurisconsulto y dignísimo presidente del Folk-lore extremeño (…) A V., que tan ardiente propagandista de las ideas folklóricas se ha mostrado (…) que tanto ha trabajado para la constitución del Folk-lore Extremeño (…) dedico estos breves apuntes, recogidos de la tradición oral (…)”. En fechas anteriores ya le había dedicado su estudio sobre la “Cruz de Mayo” (1883). Con las siguientes palabras dedica Luis Romero a Machado su obra Folk-lore El calendario popular para 1885 (1884): “(…) A mi querido amigo D. Antonio Machado y Álvarez (Demófilo). Fundador del Folk-lore Español”. Y Hernández de Soto escribe la siguiente dedicatoria en su obra Cuentos Populares de Extremadura: “(…) Al Sr. D. Antonio Machado y Álvarez, en prueba de cariño que le profesa su afectísimo amigo” (1886). Los prólogos, como he referido, también fueron frecuentes entre los folkloristas como prueba de amistad y de compartir un mismo proyecto. Machado escribe el prólogo del Mapa topográfico-tradicional de Matías Martínez y Luis Romero prologa la obra Recuerdos de Extremadura (1885), de Nicolás Díaz y Pérez. Y en la introducción de su obra sobre juegos De Soto, por su parte, declara: “(…) el Sr. Machado, con cariñosa solicitud, me había ofrecido escribir un prólogo, ofrecimiento que acepté reconocido, pero causas ajenas a la voluntad de mi amigo le han impedido cumplir aquella promesa, que ha sustituido con la no menos halagüeña para mi de escribir un post-scriptum, que irá al final de esta obra (…)” (1886).

            La solidaridad fraternal y el apoyo excepcional que la “utópica” empresa de Machado obtuvo por parte de los extremeños se evidencia de nuevo, cuando Demófilo experimentaba un cierto desencanto respecto a la acogida social y política de su proyecto, en el párrafo que extraigo de la misiva que el 31 de marzo de 1885 envía a Hugo Schuchardt: “(…) Así han muerto las ideas de la aplicación de la fotografía a los juegos, el estudio del lenguaje infantil, las excursiones y los museos folklóricos, los mapas topográficos (…); pero ni el País, ni los Políticos, ni los Sabios, nadie, nadie me ha hecho caso, mejor dicho, ha hecho caso a la idea. El pobre Alejandro Guichot, Luis Romero y Espinosa, Sergio Hernández y alguno que otro hombre oscuro también, por generoso y bueno, me han ayudado hasta aquí. Con su auxilio y su buena amistad, la tuya y la de Pitré, valiosísimo para mí, me considero plenamente recompensado (…)” (Steingress, 1996: 100)

 

II

La obra de Demófilo en Extremadura: la prensa

           

En 1987 la Fundación Machado de Sevilla financió el proyecto que le presenté bajo el título “La obra de Antonio Machado y Álvarez, Demófilo, en Extremadura: bibliografía y fuentes documentales”. En 1988 entregué los resultados de la investigación y presenté a la Fundación copia de los documentos que hallé, así como un índice organizado con tales materiales y una memoria del trabajo. Dediqué la primera fase de la pesquisa de los “sueltos” de Machado en Extremadura a revisar los medios, especialmente los diarios y la prensa periódica, que en la región se hicieron eco del movimiento folklórico (1880-1890), publicaron materiales y acogieron en sus páginas noticias e informaciones sobre la constitución y el funcionamiento de las sociedades de Folk-lore locales (1881-1885). Al no contar con referencias previas, creí conveniente realizar una primera selección de la muestra sobre la que trabajar a partir de dos ideas: la orientación política de los periódicos y la presumible relación de Machado y los folkloristas extremeños con los medios. El objetivo: encontrar y registrar las huellas de Demófilo y el movimiento folklorístico. En fase posterior seleccioné una relación de bibliotecas y hemerotecas que consideré pudieran conservar fondos y documentos de interés para el proyecto. La tercera fase, con algunos desplazamientos a diversas localidades, la empleé en la búsqueda, consulta y copia de los fondos hallados. Documentos y referencias dispersas con la que compuse la relación definitiva. El número de “sueltos” y documentos fotocopiados asciende a la cifra de 83, entre referencias, noticias e informaciones, textos propagandísticos y artículos sobre Folklore que se depositaron, encuadernados en un único volumen para la ocasión, en la Fundación Machado. A veces, el dossier contiene noticias y artículos editados, así mismo, en otros medios; porque era práctica habitual reproducirlos simultáneamente en varios de ellos.  

            Aparte la prensa periódica y la que creí de mayor proximidad a las ideas de Machado y Álvarez, sin olvidar los periódicos de signo conservador e incluso opuesto a las ideas liberales, republicanas y de progreso de Machado y muchos de sus compañeros, vacié igualmente la bibliografía “folklórica” que sobre Extremadura y los extremeños se publica en heteróclitos medios. Entre ellos, algunos materiales y textos menos conocidos. De tal manera las principales ideas que orientaron la investigación fueron: 1.-Encontrar los artículos-textos que Machado publicó en Extremadura y sobre los extremeños. 2.-Localizar cualquier tipo de dato, noticia o información sobre la labor machadiana en la región. Porque la obra fundacional de las Sociedades de Folk-lore iniciada en España por Demófilo tuvo una acogida sobresaliente en Extremadura. Las estrechas relaciones personales del secretario de la Sociedad de Folk-lore Andaluz con universitarios extremeños como Luis Romero y Espinosa, Matías Ramón Martínez, Joaquín Sama y Vinagre, Juan Uña, o con Sergio Hernández de Soto, sin lugar a dudas determinaron la constitución de una veintena de centros folklóricos en la región. Así, Extremadura se convirtió en el territorio español que contó con mayor número de sociedades y con el apoyo expreso de un vigoroso grupo de intelectuales, profesores, periodistas, abogados, etc.

            Aparte de revisar y vaciar las revistas El Folk-lore Andaluz, la Frexnense y la Bético-extremeña, así como los once volúmenes de la Biblioteca de las Tradiciones Populares Españolas, con el propósito de localizar textos y/o noticias respecto a la labor propagandística de Machado, consulté los fondos bibliográficos y hemerográficos que se custodian en las siguientes instituciones: Biblioteca Pública Bartolomé J. Gallardo (Badajoz), Hemeroteca de la Real Sociedad Económica de Amigos del País (Badajoz), Biblioteca del Centro de Estudios Extremeños, Hemeroteca del Casino de Badajoz, Biblioteca, Hemeroteca y sección de microfilms del Complejo Cultural Santa Ana (Almendralejo), Hemeroteca de la Facultad de filosofía y Letras (Cáceres), Hemeroteca del Real Monasterio de Guadalupe, Hemeroteca Municipal (Mérida), Biblioteca del Museo Arqueológico (Badajoz), Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla. Legado Alejandro Guichot y Sierra. Rectorado Universidad de Sevilla. Y aunque hice varias catas en quince periódicos diferentes, el estudio se centró en los ocho medios extremeños más en sintonía con la idea machadiana y proclives a la labor fundacional de Luis Romero y Espinosa y Matías Ramón Martínez. Lógicamente, tal circunstancia selectiva obedeció, de igual forma, a la localización y posibilidad de consulta de los fondos que se conservan; dado que la mayoría de las colecciones no están completas. Y de El Eco solo encontré algunos números sueltos en dos hemerotecas. De los periódicos que reprodujeron textos e informaciones de Machado y los Centros de Folk-lore a continuación realizo una breve sinopsis en la que traigo a colación algunos datos relacionados con el contexto social y el tema que trato; habida cuenta que algunos de los directores, redactores y colaboradores de los principales medios fundaron y apoyaron las sociedades de Folk-lore que se crearon en Extremadura.

1.-La Crónica de Badajoz (1864-1892). Debido a la censura en 1883 cambia su título por el de Nueva Crónica. De ideología republicana federal, estuvo dirigido por Isidoro Osorio, Rubén Landa y F. Mendo. En él colaboran Gumersindo Azcárate, Urbano González Serrano, Matías Ramón Martínez, Miguel Pimentel y Donaire, Nicolás Salmerón, Juan Uña Gómez, Máximo Fuertes de Acevedo, etc. Su corresponsal en Madrid fue Hermenegildo Giner de los Ríos. Es decir, en él colaboran krausistas e institucionistas (ILE). El apoyo al movimiento folklórico fue total. Aparte de ofrecer a sus lectores recensiones bibliográficas sobre publicaciones de Folklore, reproducir las noticias provenientes de Sevilla y de otros centros folklóricos, hace lo propio con otras que previamente han aparecido en medios tales como El Eco de Fregenal, la Semana de Don Benito, el Diario de Badajoz o el Boletín Revista del Instituto de Badajoz. En varias ocasiones incluso llegó a editar las Actas de la fundación de diversos centros folklóricos. El 20 de junio de 1889, La Crónica nombra a Antonio Machado y Álvarez su representante en la Asamblea de la prensa republicana en Madrid.

2.-El Magisterio Extremeño (1873-1891). Entre 1881 y 1882 se denomina Nuevo Magisterio extremeño. Y de enero de 1886 a febrero de 1891, El Magisterio Extremeño-onubense; que desde 1899 se publica con el título de Boletín del Magisterio Extremeño. De ideología republicana, su director fue Miguel Pimentel y Donaire. Y entre los colaboradores destacan conocidos republicanos, sin faltar las plumas de algún conservador: Anselmo Arenas, Matías Ramón Martínez, Joaquín Sama y Vinagre, Urbano González Serrano, Antonio Machado y Álvarez, etc.

            El Magisterio Extremeño fue una revista pedagógica dedicada a la defensa de los intereses del magisterio. Su director, que junto a otros intentó constituir en 1881 el Folk-lore pacense, fue seguidor de un krausismo “difuso”. Debido a su defensa de la enseñanza laica el obispo de Badajoz, Fernando Ramírez y Vázquez, mediante carta pastoral lo condena y excomulga en julio de 1881. El periódico, en cierta medida, es un órgano de divulgación próximo a los krausistas con orientación regeneracionista. Habitualmente aparecen en sus páginas noticias de los intercambios que mantiene con el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza; informaciones sobre la creación de centros folklóricos y colaboraciones de Juan de Uña, director de la ILE y socio del Folk-lore extremeño.

3.-El Eco de Fregenal (1880-1885). Su director y propietario fue Manuel Velasco y Jaraquemada. Desde el primer momento el marqués de Río Cavado puso sus páginas a disposición de los folkloristas. El Eco, de ideología liberal progresista, surgió de las ideas políticas de Velasco y Jaraquemada y del espíritu periodístico de Luis Romero y Espinosa. Entre sus colaboradores se encuentran el líder del Folklore extremeño, Rafael Rico, Matías Ramón Martínez, Torre y Salvador (Micrófilo) y otros folkloristas. El Eco fue el máximo aliado del Folk-lore regional y uno de los principales apoyos con los que contó el proyecto machadiano. En sus páginas se encuentran abundantes noticias e informaciones relativas a la actividad propagandística, sobre asuntos folklóricos nacionales, movimientos fundacionales y creaciones de sociedades de Folk-lore, publicaciones, proyectos, etc. Machado, a través de Romero y Espinosa, hizo llegar a El Eco noticias y otros materiales fruto de su ferviente y “mesiánica” actividad propagandística y literaria.

4.-Boletín Revista del Instituto Provincial de Badajoz (1881…). De ideología progresista y cercano a los pensamientos de la ILE, su director, el profesor de física y química Máximo Fuertes Acevedo, quien apoyará decididamente los estudios de folklore, en 1878 publica Meteorología popular y en 1883 una obra sobre el Darwinismo que causó gran conmoción en la sociedad regional. El Boletín, una revista científico-literaria de periodicidad semanal, fue el órgano de difusión del claustro de profesores el Instituto Provincial. Frecuentemente reproduce noticias sobre las sociedades de Folk-lore e igualmente se ocupa de divulgar la obra de Darwin. Entre sus colaboradores despuntan el propio director del Boletín, Matías Ramón Martínez, Tomás Romero de Castilla, Carlos Pérez Toresano, etc.

5.-Diario de Badajoz (1882-1892). A partir de esta última fecha cambia su título por el de Nuevo Diario de Badajoz. Durante un tiempo su director fue Anselmo Arenas y Miguel Pimentel y Donaire su administrador. De ideología republicana federal, tuvo entre sus colaboradores a Salmerón, Joaquín Sama, Urbano González Serrano, Antonio Machado y Álvarez, Máximo Fuertes, José Chacón y Calderón, Manuel Sales y Ferré y a algunos de los fundadores de la ILE. El Diario de Badajoz se presentaba como un periódico político, científico y literario; proclamando los principios krausistas y acogiendo las nuevas corrientes de pensamiento político y científico. Verdadero órgano de expresión de los republicanos, se declaró abiertamente anticlerical, demócrata y masón. Como La Crónica de Badajoz, fue censurado por el obispo Ramírez Vázquez. Entre 1881 y 1890 apoya el movimiento folklórico, publica diversos artículos de Demófilo y habitualmente reproduce en sus páginas noticias referentes a las sociedades de Folk-lore.

            Debido a las coincidencias ideológicas y a las relaciones personales que Machado mantiene con los folkloristas extremeños y a través de ellos con algunos directores de medios destacados, los periódicos de Extremadura que reproducen el mayor número noticias relacionadas con el movimiento folklórico iniciado en España por Antonio Machado y Álvarez, son: El Diario de Badajoz, La Crónica y la Nueva Crónica, El Nuevo Magisterio Extremeño, El Boletín Revista del Instituto Provincial de Badajoz; y en menor medida,  El Guadiana, de Olivenza; y La Semana, de Don Benito. La mayoría de los periódicos mencionados están dirigidos o en ellos colaboran asiduamente los que reivindico como folkloristas, fundadores de las sociedades locales de Folk-lore en Extremadura y quienes apoyaron públicamente tal actividad: José Chacón y Calderón, Matías Ramón Martínez, Miguel Pimentel y Donaire, Juan Uña, Joaquín Sama, Luis Romero, Rafael Rico, Torre y Salvador, José Montaner y Calpena, Carlos Pérez Toresano, Antonio Gallardo, Esteban Barquero, Pelayo Henao y Carrión, Luis Sotomayor y Terrazas, Felipe Muriel y Gallardo, Marceliano Ortíz López, Francisco Rodríguez Marín. Cuando el movimiento folklórico y asociativo empezaba a decaer, el Diario de Badajoz publica, entre mayo y junio de 1888, los siguientes artículos de Demófilo: “Para el bello sexo. La aguja I”, “Para el bello sexo. La aguja II”, “Las pajaritas de papel”, “El escapulario” y el “Bu”, que también aparece, entre otros, en “El Magisterio Extremeño-onubense”.

 

III

Los folkloristas extremeños: “Discurso antropológico”, innovación temática y “enfoques metodológicos”

 

            La sociedad española a mediados del XIX se debatía entre el espíritu conservador y religioso que invadía también el quehacer “científico” y la ideología liberal de la burguesía en ascenso. La universidad era más un foco de pensamiento conservador que motor de cambio social. Más preocupada por las discusiones metafísicas y escolásticas que en constatar de manera científica los datos con la realidad. La universidad española vive hacia 1877 un ambiente caracterizado por la asimilación del krausismo y la introducción del positivismo evolucionista. En este contexto de renovación científica, de crítica de las ideas tradicionales y de polarización ideológica, otra piedra de choque en la realidad española fue el darwinismo, que ofrecía un nuevo planteamiento de la realidad mediante los conceptos de cambio y progreso, y en el que la evolución se asienta como el nuevo paradigma del que se servirá la mentalidad liberal.

            La apertura en Extremadura a las nuevas y renovadoras tendencias será una consecuencia lógica de los intentos que realizaron en tal sentido gentes ligadas intelectualmente a Sevilla y Madrid. Algunos de los debates y de las tentativas por modificar el estado de cosas en una sociedad de estructuras arcaicas, mediatizada por una ideología fuertemente tradicionalista, vendrán de manos de profesionales que se formaron en la década de los años sesenta y setenta en las aulas de la Universidad hispalense (Joaquín Sama y Vinagre, Tomás Romero de Castilla, alumno de Federico de Castro, catedrático de instituto e introductor del pensamiento de Krause en Extremadura;  Luis Romero y Espinosa y Matías Ramón Martínez, dirigentes del movimiento folklórico de finales del XIX en la región). Otro nutrido grupo de profesionales extremeños se formó o estuvo vinculado intelectualmente a varias instituciones académicas y culturales de Madrid: la Universidad Central, el Ateneo, la Sociedad Española de Historia Natural y la ILE. Entre ellos el sociólogo krausopositivista Urbano González Serrano, presidente de la Mesa de Ciencias Morales y Políticas del Ateneo Matritense; Juan de Uña, rector de la ILE; o el jurista, también institucionista, José Chacón y Calderón, fundador de una sociedad local de folklore y autor de un informe (1884) para la Comisión de Reformas Sociales sobre la situación económica y los estilos de vida de los obreros agrícolas en la comarca de La Serena.

            La puerta de entrada del espíritu de los nuevos tiempos en Extremadura fueron los dos institutos provinciales, el Ateneo de Badajoz, la Academia de Ciencias Médicas y la Real Sociedad de Amigos del País de Badajoz. El darwinismo llegó a Extremadura de manos del profesor de química y física, colaborador del folk-lore regional, Máximo Fuertes Acevedo, quien en 1883 publica la obra El Darwinismo: sus adversarios y sus defensores, que suscitó una fuerte polémica. Controversia que, en el fondo, refleja la lucha ideológica y de influencias sociales que se vive en la Extremadura de finales del XIX. Frente a las teorías bíblicas y creacionistas, el catedrático del instituto de Badajoz trata de explicar el origen y la evolución del hombre desde un enfoque racionalista. Porque en Extremadura fueron los científicos prácticos, profesores con formación en ciencias físico-naturales, médicos y farmacéuticos los que, en colaboración con los profesores de segunda enseñanza, emprendieron la tarea de difundir el interés por la cultura científica y el nuevo espíritu positivista. En ausencia de una verdadera comunidad científica, se irán creando a finales de siglo los marcos institucionales que favorecerán la asimilación progresiva de los planteamientos científicos.

            La introducción en España del cientifismo en el ámbito de los estudios de Folklore, apartándose de la mera concepción literaria, se debe a Machado y Álvarez. Dos fueron los pilares en los que se sustentaron los presupuestos teóricos del folklore español: uno, las teorías evolucionistas de Darwin y su aplicación a los fenómenos socioculturales; el otro, la concepción spenceriana de la historia, que traslada el centro de gravedad de la misma de los reyes al pueblo. De tal manera, el empuje de las Ciencias Naturales y la concepción de unas ciencias sociales dispuestas a recoger datos y arrojar con ellos nuevas luces sobre el comportamiento humano general, y acerca de las costumbres en particular, tienen su reflejo en Extremadura. Paulatinamente se irá imponiendo el rigor de los nuevos métodos de investigación, al tiempo que se abandonarán las especulaciones de tipo filosófico. Con el desarrollo de las ciencias naturales y la recepción del positivismo y el evolucionismo, un sector de los folkloristas se aleja de las corrientes literarias y eruditas, se distancia de los enfoques esencialistas y se orientan por planteamientos más empíricos sobre la realidad social. Algunos (Matías Ramón Martínez, Luis Romero y Espinosa…) muestran una cierta especificidad en su forma de trabajo, que se aleja tanto de las especulaciones como de los objetivos extracientíficos (estéticos, filosóficos o moralizantes). Los folkloristas fijaron un método a caballo entre el paradigma romántico, que consideraba la literatura popular tanto en sus aspectos estéticos como históricos; y el método positivista, que transmite al folklore una orientación “científica” reflejada en unas técnicas rigurosamente empíricas: observación directa de los fenómenos a estudiar, confección de cuestionarios, evacuación de interrogatorios, recogida directa de los materiales sobre el terreno (el collecting materials, de Gomme), la fiel reproducción de los textos (reddere verbum verbo), descripciones realistas, clasificación de los materiales, interés por la objetividad… O sea, un mayor rigor metodológico que establece tres fases correlativas en el proceso de trabajo: recolección, clasificación y comparación. Ahora bien, en general la experiencia extremeña no rebasó el nivel de recolección y el modelo de las colecciones; si bien la permuta de materiales bibliográficos y documentales posibilitó a algunos, como a Matías Ramón Martínez, la apertura hacia los estudios comparativos. Coexisten, no obstante, los continuadores del pasado, la corriente literaria y “costumbrista”, dado que hasta finales del XIX no se concibe el Folklore como una obra científica; y la científica, que supera el sesgo romántico y de reelaboración literaria. Las colecciones ya no se estudian por sus formas estéticas, sino con una finalidad científica; es decir, no interesan tanto las formas como el fondo. Y debido a la influencia de las ciencias naturales se extienden los géneros y surgen nuevos temas de investigación.

            Dependencia, mimetismo e innovación son tres rasgos que caracterizan el movimiento folklórico en Extremadura. La vía extremeña en su fase inicial trasplanta el “modelo andaluz” obedeciendo a lo que se suponían analogías culturales entre Andalucía y Extremadura; y debido a las relaciones de amistad que desde los tiempos de la universidad entablaron Joaquín Sama, Luis Romero, Matías R. Martínez y Sergio Hernández de Soto con el grupo sevillano liderado por Machado y Álvarez. Lógicamente, las coincidencias ideológicas (progresistas, en general) y científicas (aceptación en el terreno sociocultural del paradigma evolucionista) favorecieron los vínculos entre ambos grupos. Los campos temáticos prioritarios sobre los que investigan los folkloristas extremeños son: literatura popular, creencias, rituales festivos, ciencia popular, derecho consuetudinario, historia local y demotopografía. Es decir, dos grandes ámbitos temáticos: 1.-Tradicionales: literatura popular, fiestas, creencias…Y 2.-Innovadores: Demotopografía, derecho consuetudinario, ciencia popular, minorías étnicas, dialectología regional, dicterios… En el segundo caso se da una aportación que representa cierta vanguardia, habida cuenta de que las cosas no estaban hechas, se estaban creando entonces. Es el momento en que entre todos se estaba perfilando un modelo de trabajo. De tal manera Extremadura contribuirá al movimiento, tanto por los campos temáticos de estudio como por la estructura de varias obras, con algunos puntos de innovación metodológica, tales como los que supusieron los estudios sobre el Derecho Consuetudinario Regional (1882…); El Mapa Topográfico Tradicional de la villa de Burguillos (1884), la Historia etnológica de los gitanos, de Matías R. Martínez; o los dictados tópicos (1883) y El Calendario Popular (1884), de Luis Romero y Espinosa. Entre los temas novedosos destacan los estudios sobre el Fuero del Baylío, un derecho consuetudinario-foral específico de la región, que desde 1881 (El Eco de Fregenal) y 1882 (El Guadiana) es objeto preferente de atención por el jurista Matías R. Martínez en razón de su vigencia, peculiaridad cultural y debido a las repercusiones sociales que implica tal institución. Un fuero que afecta a una amplia franja territorial en las comarcas de Jerez de los Caballeros y Alburquerque, así como a un estimable número de poblaciones en la raya luso-extremeña. Se trata de un régimen jurídico que concierne a ciertos grupos sociales en lo relativo a la sociedad familiar, el parentesco, la residencia, los sistemas de propiedad y de herencia. Durante buena parte de la vida profesional de Martínez, el estudio del “Derecho consuetudinario” fue uno de sus temas preferidos de investigación. De él se ocupa, in extenso, en la monografía titulada El libro de Jerez de los Caballeros (1892), que vio la luz en la imprenta Rasco de Sevilla por el mecenazgo del duque de T’Serclaes de Tilly, don Juan Pérez de Guzmán y Boza.

            La línea de investigación que conjuga la tradición oral y la documentación histórica, el saber popular y el conocimiento científico, la geografía y la historia, la toponimia y la lingüística, y las tradiciones populares se evidencia en Apuntes para un Mapa Topográfico-tradicional de la villa de Burguillos. En este caso, se trata de una obra original, en la que las denominaciones de los lugares aparecen tomadas, en la mayoría de los casos, del reino orgánico, de la flora, la fauna, las “razas”, los nombres y los apellidos, las construcciones, los oficios, las propiedades, la mitografía y la historia. Los mapas topográficos tradicionales supusieron una innovación temática y una de las vías de extensión de los géneros abordados por los folkloristas, y cuyos antecedentes lejanos habría que situar en las corografías y los diccionarios histórico-geográficos. El precedente inmediato del de Burguillos está en la aún inédita topografía médica de la misma población que en 1883 presenta Matías Martínez, obteniendo el segundo accésit, en el concurso anual de la Real Academia de Medicina de Barcelona. En El Mapa Topográfico de Burguillos se reconstruye, partiendo tanto de la explicación toponímica popular como de la culta, el origen de los nombres con que se designan los distintos sitios y elementos, tangibles e inmateriales, del término municipal. Martínez es de la opinión que “(…) si las costumbres son el alma del pueblo, la topografía es su cuerpo”. Introducidos los Mapas Topográficos Tradicionales en la región por Luis Romero y Espinosa, la idea surgió de Machado en abril de 1882 cuando proyectó, sin demasiada fortuna, el mapa de la provincia de Sevilla. Si bien, en la Revista El Folk-lore Andaluz reproduce un interrogatorio para el “Mapa Topográfico Tradicional”. Fue el de Burguillos, no obstante, el primero de su género en la bibliografía española, y el único que se realizó. Machado escribe en el prólogo a la obra de Martínez:

“(…) El territorio español tiene en sus monumentos arquitectónicos, arqueológicos y paleográficos, en sus monedas, y en esa inmensidad de vestigios de remotas épocas, documentos sin duda alguna importantes, pero no más que los que subsisten en sus nombres topográficos vulgares. La filología y la fonética (…) conservan testimonios más fehacientes, de más valor para el historiador imparcial, que esos mismos monumentos, más fugaces y perecederos, siendo de piedra, que las palabras, por hallarse sometidos a una alteración y descomposición química más violentas. (…) Las denominaciones topográficas de cada localidad, aparte de su valor dialectológico, nos enseñan cómo agrupa el pueblo sus ideas, supersticiones, sentimientos o creencias en torno a los nombres con que bautizan los sitios en que vive; y además, como la tradición, conserva, muchas veces alterados y descompuestos, nombres de remotas edades (…)”. Y en un párrafo anterior, anota: “(…) a un pueblecito, a una humilde villa de la provincia de Badajoz, y al Sr. Martínez (…) ha cabido el merecido honor de haber puesto la primera piedra: su libro, modestamente titulado Apuntes para el mapa topográfico tradicional de Burguillos, es una prueba viva y elocuentísima de lo que puede una buena inteligencia y una gran voluntad puesta al servicio de una buena idea”. El Boletín Folklórico Español, año I, número 7, de 15 de abril de 1885, en su sección de “Movimiento y Noticias” reproduce un texto aparecido en El Folk-lore  Journal, de Londres, respecto al “Mapa de Burguillos”, del que entresacamos la siguiente referencia: “Es una historia de la ciudad, con los nombres (por índice alfabético) y tradiciones de todas las calles, plazas, caminos y haciendas, arroyos, etc., que la forman y rodean. A la obra precede un elocuente prólogo de D. A. Machado y Álvarez (…) Debe haber costado mucho trabajo su compilación, es interesante y puede servir de modelo en su género ¿No habría folkloristas y arqueólogos que hiciesen para Inglaterra lo que se ha hecho para el pueblecito español y los españoles piensan hacer para su país?”. En suma, un libro singular, el primero de su naturaleza en la literatura española.

            Creo que Matías Ramón Martínez fue el único folklorista español que en el contexto temporal que refiero escribió una obra sobre los gitanos españoles, de cuyo manuscrito inédito conservo una copia en mi biblioteca. Se trata de un importante original, Historia Etnológica de los gitanos, en el que no aborda la tradición de la minoría cultural desde la categoría territorial o regional. Trazado desde una actitud positivista y desde una perspectiva comparatista, elabora un estudio etnológico centrado en la Península Ibérica, cuyo texto organiza en los siguientes capítulos: Historia, creencias, cultura-conocimientos, organización civil, arte, profesiones e idioma. Desde el punto de vista de las fuentes combina los materiales extraídos de las entrevistas que realiza personalmente con la documentación histórica, bibliográfica y literaria. Tras algunas entrevistas a gitanos en Extremadura, en su manuscrito dejó el siguiente párrafo después de entrevistar a una gitana sevillana:“(…) Hay también muchísimas caracoleras, buñoleras, vendedoras de castañas asadas y guisadoras de menudo. No dejan de explotar en el pueblo ignorante la buenaventura, que va perdiendo ya mucho de su importancia. El que éstas líneas escribe pudo conseguir a duras penas, y mediante el cebo de dos reales, que una graciosa gitana le dijese la buenaventura inserta en otro lugar, una tarde que paseaba por las cercanías del puente de Triana, allá por el año 1875, cuando estudiaba su carrera en aquella ciudad (…)”.

Martínez, partiendo de la idea de la cultura como algo fósil, encuentra los orígenes de los gitanos en sus costumbres entonces vigentes. De manera que se muestra como un evolucionista, aunque en varias ocasiones rechazó públicamente el evolucionismo biológico, que acepta en cambio como evolución progresiva en los aspectos socioculturales de las sociedades y los grupos humanos. El texto sobre los gitanos, que inició hacia 1873 cuando se encontraba en Sevilla, es un estudio inacabado en el que, coherente con su evolución intelectual, acepta el evolucionismo en su versión sociocultural. En su afán por comparar las costumbres de los gitanos, Martínez solicita a otros folkloristas españoles y de Portugal, Francia e Italia informaciones sobre temas puntuales que desarrolla en su manuscrito. En 1883 y 1888 se dirige por carta al doctor Hugo Schuchardt, prestigioso romanista y lingüista de la Universidad de Graz que visitó Extremadura y mantuvo correspondencia con los folkloristas extremeños, requiriéndole información puntual y referencias bibliográficas sobre los gitanos húngaros (Steingress, 1996: 145-147).  Por una carta manuscrita que conservo, que le envía Alejandro Guichot facilitándole algunos datos sobre una boda gitana en Sevilla, sabemos que en 1891 Martínez todavía continuaba sin concluir su trabajo sobre los gitanos; cuyo estudio sigue inédito en la actualidad.

            La noción de ciencia se contempla en la singular obra El calendario popular para 1885. Con ella pretendió su autor, Luis Romero y Espinosa, mostrar que el pueblo tenía su propio calendario y que, en su formación, intervienen las ciencias y las letras populares, que las gentes del medio rural se guiaban en sus actividades y diversiones no tanto por el calendario oficial, como por el concebido en base a sus propias experiencias. Sin lugar a dudas, se trata de una obra novedosa en su género, peculiar tanto por la manera de abordar su temática como por su estructura. Su autor subordina los materiales orales que se refieren al calendario teniendo presente la ordenación cronológica de éste y no los géneros a los que aquéllos pertenecen. Sus principales características son el sentido del orden y la concepción global. Desde el punto de vista de los ámbitos de trabajo de los folkloristas, se produce un cambio de actitud y Espinosa extiende el campo de la literatura popular al ámbito de las ciencias naturales tal como las entendía el pueblo llano. En este trabajo, en el que se valora la aportación del saber vulgar al conocimiento científico, Espinosa de los Monteros se limita a ordenar y clasificar las distintas categorías cíclicas en que divide la obra, un nutrido conjunto de materiales, recogidos de la tradición oral, y referidos a cómo el pueblo encara la naturaleza: aforismos, refranes, dichos, frases hechas, modismos, adivinanzas, cantares, coplas y rogativas, rimas infantiles, juegos, etc., pero también dictados tópicos, creencias, ceremonias y fiestas; y una variada gama de ideas y conocimientos que el pueblo posee en relación con la cronología, la astronomía, la meteorología, la botánica, medicina, higiene, agricultura, el santoral y las fiestas.

            La original obra de LRE cuenta con una “Miscelánea”, no menos novedosa, de MRM: “Concepto filosófico-vulgar del tiempo”, donde sostiene que el pueblo tiene fuerza natural de intuición para formar sus conceptos. Y que todos los hombres, aún en estado precientífico de conocimiento, tienen una idea del tiempo asumida como una manera de cambio. Lo que argumenta trayendo a colación dichos, refranes, cantares, adivinanzas, etc.  A partir de tales materiales afirma que el pueblo enseña que el cambio no es el del tiempo en sí mismo, sino el del ser en sus estados últimos. Es decir, que el tiempo va y viene, pero no acaba nunca; porque siempre hay tiempo. Por lo que el tiempo, basado en las reflexiones que realiza de los ejemplos que extrae de la tradición oral, afecta a la mudanza del ser, pero no al ser en su misma esencia. Concluye su breve texto afirmando que el pueblo tiene una idea tan precisa del tiempo, que concuerda con la más exigente filosofía. De tal manera trata de conciliar el “saber vulgar” (empírico-experiencial) con el pensamiento filosófico-científico (abstracto).

La especialización de los folkloristas extremeños coincide con las líneas temáticas generales de trabajo de los folkloristas españoles; pero asimismo inician una línea novedosa que, si en algunas cuestiones contaba con ciertos antecedentes esbozados más que desarrollados, ahora son tratados monográficamente (Los mapas topográficos, el calendario popular, el derecho consuetudinario, las minorías étnicas (gitanos), la dialectología...). El Mapa Tradicional de la villa de Burguillos y El Calendario Popular suponen un esfuerzo por conocer e incorporar la tradición oral, el saber empírico popular, al saber científico. De esta manera los folkloristas extremeños inician una línea novedosa, de vanguardia; aportando innovación tanto en el campo temático (extensión de los géneros de investigación que surgen por el cultivo de las ciencias naturales), como en el metodológico con el trabajo en equipo y la temprana confección de interrogatorios y cuestionarios.

 Entre las técnicas que utilizan los folkloristas destacan los interrogatorios y la entrevistas que frecuentemente realizan a parientes e “informantes” del círculo familiar, doméstico y de su propio entorno territorial. Ellos mismos, mediante sus recuerdos de la infancia, la juventud y el conocimiento de visu, ejercieron para algunos de sus estudios el rol de “informantes” y fueron sus propias fuentes de información. Una técnica ampliamente utilizada fueron los cuestionarios, instrumentos para la recogida organizada y la clasificación sistemática de los datos, que confieren a los recolectores un marco de referencia. Como ocurrió con los materiales, en cierto modo de uso común entre los folkloristas, los cuestionarios entraron en la dinámica del recíproco intercambio entre los Centros. Las preguntas se agrupaban por temas para facilitar la posterior clasificación de la información. Dos ideas los inspiran: el sentido del conocimiento de la propia tierra y de sus gentes, y la influencia de la ciencia positiva. En los cuestionarios se plasma el interés por los pueblos como parte de la nación, y del pueblo como conjunto de la sociedad, más allá de su significación como clase o fracción social. Los cuestionarios solían adjuntar una circular con instrucciones generales para los recolectores y los colaboradores. Y según los temas, los grupos sociales y los grupos de edad a quienes se pretendían aplicar pueden dividirse en generales y sectoriales. Éstos últimos comprenden varias secciones temáticas y se evacúan, según éstas, a individuos de distintas profesiones. Matías R. Martínez, Luis Romero y Espinosa y en menor medida Sergio Hernández de Soto se preocuparon de cuestiones específicas relacionadas con las técnicas: confección de cuestionarios, interrogatorios y fichas para la obtención de la información de manera sistemática. Auspiciado por Machado, entre otros materiales para la recogida de la tradición, Martínez y Martínez publica en fechas tempranas el “Cuestionario para el acopio de materiales referentes a las costumbres del pueblo extremeño en sus distintas esferas de la vida (familiar, religiosa, económica, jurídica y social) (1883), que Demófilo tomó como modelo para el Folk-lore español, publicando poco tiempo después  “El cuestionario para el acopio de materiales del pueblo castellano”, aceptando así el que confeccionó MRM (Guichot y Sierra 182). Espinosa, por su parte, redacta los Interrogatorio de Meteorología y Agricultura (1883) y el Interrogatorio para el acopio de datos referentes al Calendario Popular (1884). Y Sergio Hernández de Soto confecciona unas papeletas, especie de fichas-cuestionario, sobre Cuentos Populares (1883). En El Boletín Folklórico Español Machado publica en 1885 Instrucciones para la recolección y catálogo de los cuentos populares. Año en el que su viejo amigo, el extremeño Juan de Uña, le comunica por carta cuando vivía en Madrid que la Junta de la Institución Libre de Enseñanza ha determinado establecer una cátedra consagrada a los estudios folk-lóricos y espera que la acepte. Machado, en carta a su amigo Luis Montoto le dice: “ (…) Sabrás que soy catedrático de folklore (sin sueldo) en la Institución Libre (…)” (Pineda Novo, 1993: 57). Problemas personales, económicos y familiares impidieron que asumiera tal responsabilidad.

            Los folkloristas adoptan generalmente el método inductivo, y el rigor empírico en la reproducción de los textos, y establecen cuatro fases en el proceso de trabajo: compilación-recolección, clasificación, descripción y comparación. La obtención de datos sobre el terreno, la “búsqueda” de informantes y el riguroso registro de la información, son algunos de los rasgos del método que aplican. Los criterios científicos en el trabajo empírico se manejan principalmente bajo la premisa del rigor positivista centrado en la recopilación de la información y en la confección de colecciones. La fiel reproducción de los textos, el respeto a los materiales y originales que recogían, es decir la fidelidad a la narración oral fue su principal peculiaridad. La segunda etapa del método seguido por los folkloristas fue la comparativa. Su capacidad heurística se limita a mostrar las similitudes en los ámbitos de la tradición oral y de los rituales festivos de diversos sistemas socioculturales, que conocen a partir de la bibliografía y del intercambio de materiales que verifican entre los distintos centros. Lo que posibilitó la apertura hacia los estudios comparados en tradiciones culturales similares y heterogéneas.

            Para el caso español, estimulado por la favorable acogida que tiene en Extremadura el mensaje de Machado y Álvarez, sobre la nueva orientación metodológica y el carácter científico que atribuía al folklore como disciplina, el profesor Joan Prat (1991) y posteriormente junto al profesor Comelles (1992) han diferenciado entre las tradiciones antropológicas (progresistas) y folklóricas (conservadores) (1991, 1992), contrastando los contextos sociales, políticos e ideológicos que hicieron posible su emergencia y reproducción. El primer discurso, en el que incluyen a Extremadura, consiste en una reflexión sobre la humanidad y el hombre en general; y el segundo no se interesaría tanto por el hombre en general, sino más bien por el hombre en particular; un discurso folklorista y acientífico. Aunque en el segundo trabajo se cuestionan y replantean la caracterización modelada por Prat, en Extremadura la trayectoria personal y profesional de M. Ramón Martínez, prominente intelectual del movimiento folklórico, pone en cuestión el esquema dicotomizado. Porque el ideario político de M.R.M. hay que situarlo en la mentalidad católica liberal, de tradición conservadora. Desde posiciones metafísicas experimenta un paulatino desplazamiento hacia planteamientos más empíricos. Krausista en su juventud, a medida que avanzan los descubrimientos científicos trató de conciliar el creacionismo con el evolucionismo y en particular con su versión spenceriana. Como creyente convencido, trata de armonizar la doctrina de la revelación con los postulados y las evidencias científicas. Martínez comparte la idea de la unidad común, psíquica y biológica, del hombre; considera el medio ambiente y la historia como factores condicionantes de la evolución, y, en último término, explica la diversidad “racial” como variedades adaptativas. Pero cree también en un principio teológico que ordena armónicamente todos los seres, rechazando en varias ocasiones la tesis sobre la ascendencia animal del hombre. Lo que, sin embargo, no le impide aceptar, desde su transformismo deísta, los datos positivos y los avances que por entonces evidenciaban las ciencias. Ahora bien, entre los folkloristas extremeños, en cuanto a su actitud ideológica, es un caso excepcional, dado que la mayoría secundaron posiciones progresistas, de tendencia liberal (Montaner y Calpena, Fuertes Acevedo, Abarrategui, Cortijo, Muriel…) y en significado número el republicanismo militante (Romero, Chacón, Osorio, Arenas, Pérez Toresano, Pimentel, Ortíz López, Real, Sotomayor, Pardo, Díaz y Pérez).

            De manera que Extremadura y los folkloristas extremeños se enmarcarían, con matices, en el discurso antropológico. Porque, salvo unos pocos nombres, entre ellos el de Matías Ramón Martínez, con las consideraciones ideológicas que he hecho, y el de Máximo Fuertes Acevedo, y tal vez Luis Romero, la mayoría, en cambio, habría que situarlos en la tradición literaria. En Extremadura, aunque los estudios de folklore en su primera fase tuvieron fines exclusivamente científicos, por lo común los folkloristas procedían del campo de las humanidades, y aunque pronto se adscribieron algunos individuos procedentes de las ciencias naturales, se echa en falta una mayor aportación de los cultivadores de la medicina y las ciencias naturales y experimentales. Lo que no fue óbice para que el folklore extremeño, en su primera etapa, hiciera un esfuerzo por integrarse en el paradigma evolucionista. Es decir, desde tal posición, desde el pensamiento, las producciones resultantes y la rigurosidad que emplean en las técnicas hay que considerar la “modalidad extremeña” representada por L.R.E, M.R.M y M.F.A. dentro del discurso antropológico con las matizaciones ideológicas que he referido. Porque en la tradición “antropológica” extremeña, que comienza con los folkloristas, conviven dos tradiciones: una, continuista, la de los literatos, en la que todavía tiene peso el esteticismo exotista, que enlaza con las corrientes románticas y la tradición costumbrista anterior; y otra minoritaria, la de los rupturistas, que por su formación académica continúan la línea de apertura a lo científico. La corriente cientifista, en la que tiene mayor incidencia el método positivista e inductivo, transcurre por la literatura oral y abre un marco de interés hacia otros ámbitos temáticos y creaciones populares.

            Ahora bien, entre las limitaciones del folklore extremeño hay que señalar la ambigüedad a la hora de definir su objeto de estudio, así como la incapacidad de contextualizarlo dentro del sistema global e integrado de la cultura. Metodológicamente, los folkloristas reflejan determinadas debilidades de trabajo. Y aunque entre ellos existe una gran variabilidad en cuanto a su calidad científica, predominó el enfoque descriptivo, un discurso a caballo entre una especie de empirismo etnográfico o inductivismo positivista -todo lo que se considera científico tiene que ser probado con hechos, confundiendo ciencia con el empirismo de los datos-, y la práctica erudita. Un sector numeroso otorga al pueblo un carácter esencialista, que deriva de su concepción de éste como depositario de valores fundamentales, genuinos y característicos, y que, en su versión romántica, conserva las prístinas esencias nacionales. Los planteamientos de trabajo de muchos folkloristas, recopilar, registrar y acumular, entrañan una concepción museística de la cultura. Como observó Honorio Velasco (1990), el modelo de las colecciones, su paradigma de trabajo preferido, no supone planteamientos teóricos, aunque sí un archivo de las costumbres locales-regionales. Los folkloristas, además, partían de la idea de que en el folklore se hallaban vestigios de otras épocas ya superadas. Gracias a ellas era posible mostrar las secuencias evolutivas. Porque se inscribieron en la teoría del evolucionismo por su flanco más débil, la teoría de las supervivencias. Su preocupación por los orígenes de las creaciones populares, que juzgaban pretéritas, dada su noción de pueblo como relicario de tiempos pasados, así lo testifica. De la incapacidad del folklore para superar tal modelo como única forma explicativa de lo tradicional deriva la estrategia de la urgencia de la recogida de los materiales y la idea de “peligro de extinción” que implícitamente contiene el esquema de las supervivencias, fundado en la idea de que el progreso termina con la “tradición” como se entendía entonces. La idea de la pérdida genera una ideología que favorece la recogida de elementos folklóricos caracterizados por su rareza, antigüedad o singularidad. La valoración romántica de la pérdida se sustentaba en planteamientos teóricos erróneos, habida cuenta que las expresiones culturales, obedeciendo a los principios de dinamismo y funcionalidad de la cultura se transforman, reproducen y adaptan a los nuevos entornos. O lo que es lo mismo, nuevas contingencias generan nuevas respuestas o adaptaciones. De manera que entre las categorías de tradición y progreso, la mayoría de los folkloristas, en general, y los extremeños en particular, optaron por la primera, que tiene una precisa referencia al pasado. Ahora bien, los miembros más activos del movimiento en Extremadura no sólo se dedicaron a acopiar costumbres que pudieran ser tenidas como reminiscencias de un pasado más o menos remoto; junto a esto, no pocos de sus estudios, especialmente los de Martínez y Romero, muestran la vida del pueblo plenamente vigente en el momento en el que se realizaron. Pero en Extremadura a finales del XIX, a pesar de la significación de los autores mencionados, se tendió hacia un discurso folklórico de matiz esencialista. Los continuadores de los primeros folkloristas se distanciaron de estos, olvidando ése primer esfuerzo positivista. El resultado: vuelta a la erudición y a un mayor distanciamiento del ámbito científico. Desde entonces los estudios de folklore se escoran a un costumbrismo de raíz romántica que exalta lo local-regional y, salvo excepciones puntuales, se quedaron enquistados en la compilación de determinadas manifestaciones de los sectores rurales, cuyos principales rasgos son el coleccionismo, el descriptivismo tipologista, a veces de los elementos más exóticos, y el enfoque arqueologista. Otra característica que perdura en los folkloristas actuales es la falsa ideología acerca del peligro de desaparición de ciertas supuestas peculiaridades idiosincráticas. Y, de aquí, la urgente necesidad de su recogida.

 

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            Quiero concluir este texto con las sentidas palabras que Alejandro Guichot y Sierra dedica a su amigo Antonio Machado y Álvarez: “(…) Porque fue el centro impulsor de todo aquél movimiento; porque realizó una labor de valor étnico e histórico en la cultura general; porque animó el conocimiento real de los componentes del Estado Español (…) bien merece un recuerdo en la intimidad de la historia y del pensamiento hispánico (…) Y Sevilla dedique un recuerdo a aquél espíritu ingenuo, carácter afable y llano, clara inteligencia y gran corazón; a aquél fervoroso amante de la literatura y de las tradiciones del pueblo español, que trabajó en esta ciudad con tanta fe y tanto desinterés por su ideal folklorista, de grandeza española; a aquél hombre de ascendencia y descendencia brillantes en las letras castellanas, y tan modesto como inspirado (…) Todas las páginas de este libro dedicado a la memoria del fundador del Folklore Español” (Guichot, 1922: 207).

 

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 NOTAS



[1] El presente texto responde a la invitación que formalmente me cursó la Fundación Machado y el profesor Miguel Carvajal para participar en el número monográfico que la Revista Demófilo edita en homenaje a Antonio Machado y Álvarez y con motivo de la celebración de los ciento cuarenta años de la publicación de El Folk-lore Andaluz.

 

[2] Agradezco al profesor y amigo Carlos Neila Muñoz la ayuda que me ha prestada en la elaboración de los cuadros sobre la filiación matri-patrilineal de Antonio Machado y Álvarez.  Y a Gema Rodríguez Rafael por su desinteresada disponibilidad.

Desconozco la razón por la que, desde la generación de la abuela materna de Demófilo, se pierde el apellido “Gato”; el que a veces figura con la grafía “Gatto”. En su artículo de 1993 Pineda Novo confunde a la madre de Demófilo con su abuela, probablemente porque ambas tenían el mismo nombre, Cipriana. 

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