Antonio Machado y
Álvarez y Extremadura. La reflexión “antropológica” extremeña de finales del
XIX (Innovación temática y avances metodológicos)[1]
Javier Marcos Arévalo
Universidad de Extremadura
RESUMEN
Estructuro el texto en tres apartados interrelacionados. Trato en el primero de los antecedentes familiares de Antonio Machado y Álvarez y de los estrechos vínculos amicales que mantuvo con los folkloristas extremeños desde su temprano encuentro en las aulas de la Universidad de Sevilla. Me ocupo en el segundo de dos cuestiones básicas: la evolución intelectual de algunos folkloristas y su consecuente transitar desde el krausismo a actitudes positivistas y a una limitada aceptación del evolucionismo. La obra propagandística sobre las Sociedades de Folk-lore en la prensa extremeña y el apoyo al proyecto machadiano completan este título. Concluyo el artículo con un análisis del “discurso antropológico extremeño” de finales del XIX, deteniéndome en varios puntos de avance: la innovación temática y la novedosa orientación metodológica que suponen algunas obras originales.
***
“(…) El pueblo para
mí no es un nuevo ídolo en cuyas aras he de quemar incienso como los palaciegos
ante sus monarcas, o los creyentes ante sus santos de madera. El pueblo es para
mí el nombre con que pomposamente bautizamos una de nuestras ignorancias que
sólo la ciencia conseguirá disipar (…)” (A. Machado y Álvarez, 1884).
I
Los vínculos de
Demófilo y el Folk-lore Andaluz con Extremadura y los extremeños
Dos parecen ser las fuentes de la
prolongada relación que Machado mantuvo con Extremadura: la familiar y la
amical. Probablemente, uno de los factores que explican los estrechos vínculos
que Antonio Machado y Álvarez tuvo durante su vida con Extremadura y los
extremeños se debe a sus orígenes familiares por vía materna. Su madre,
Cipriana Álvarez, su abuela materna, Cipriana Durán, y su bisabuela, Antonia
Vicente Yañez procedían de Puebla del Maestre (Badajoz)[2].
Por los propios testimonios de Demófilo conocemos, asimismo, las frecuentes
visitas que su madre hacía a su hermana María Luisa en Llerena, donde
permanecía algunas temporadas. Allí vivía y trabajaba, también, su hermano
Francisco, registrador de la propiedad.
Otra rama de sus antecedentes
extremeños es la de los Álvarez Guerra, oriundos de Zafra (Badajoz). José
Álvarez Guerra (1778-?), bisabuelo materno de los poetas y abuelo de Demófilo,
se crió en el seno de una familia burguesa de ideología liberal, llegando su
hermano Juan a ocupar el cargo de ministro en varias ocasiones (Pérez González
2007). José contrajo nupcias, en 1814,
con Cipriana Durán Vicente Yañez, hermana de Luis María, clérigo en Ahillones
(Badajoz), y de Agustín, autor-compilador del romancero general (1849 y 1851) y
director de la Biblioteca Nacional.
El matrimonio de Álvarez Guerra y
Cipriana Durán Vicente Yañez tuvo cinco
hijos: Agustín, Francisco, José, María Luisa y Cipriana, ésta última
casada con Antonio Machado y Núñez, padres de Antonio Machado y Álvarez. El
abuelo materno de Demófilo fue un conocido filósofo, pensador y moralista,
quien publicó una importante obra: Unidad
simbólica y destino del Hombre en la tierra, o filosofía de la razón
(1836-1837). En fechas posteriores la amplió varias veces bajo el título El universo y el hombre o la unidad
simbólica (1845 y 1855); donde propone un sistema filosófico, moral y
social original. Menéndez Pelayo en su Historia de los heterodoxos españoles lo
convierte en un “precursor inconsciente” del krausismo. Y escribe: “(…) El sistema es, pues, una especie de
armonismo krausista, y eso que Álvarez Guerra no tenía el menor barrunto de la
existencia de un hombre llamado Krause”. A principios de la década de los
años veinte del siglo XIX José Álvarez Guerra, como sucedió un siglo más tarde
con Antonio Machado y Ruíz y parte de su familia, sufrió el exilio en Francia
debido a sus ideas proclives al pensamiento político liberal. Tras la
destitución de Fernando VII, en 1823, regresó a España (Pérez González 2007).
Circunstancias vitales por las que no parece descabellado pensar, al menos como
suposición, que tal experiencia del abuelo materno pudo dejar huellas en su
nieto Antonio Machado y Álvarez y en su bisnieto Antonio Machado y Ruiz. Desde
tal lógica, o intuición, hay que mencionar el hecho de que un manuscrito con la
autobiografía de José Álvarez Guerra estuvo en manos de los Machado. Tal vez,
sin apartarnos del terreno de las conjeturas, pudiera especularse que el
pseudónimo “Un amigo del hombre”, tras el que estaba José Álvarez Guerra, pudo
influir en la adopción por Machado y Álvarez del sobrenombre de Demófilo (amigo
del pueblo). En su estudio biográfico sobre Machado, Joaquín Sama sugiere tal
eventualidad (Sama y Vinagre 1893). Lo que parece evidente es que el pseudónimo
estaba en sintonía con las modas y el contexto en el que surgen los estudios de
Folklore y la aceptación de la categoría “pueblo” como su eje vertebrador. Así,
una amplia y variada terminología basada en etimologías de origen griego se
propusieron, sin demasiado éxito, tanto para designar a quienes se dedicaban a
los estudios sobre las formas de vida del pueblo, “saber popular”, como para la
nueva “ciencia” que entonces se iniciaba (Demótica, Demosofía, Demología,
Demopsicología, Demobiografía, Demopedia…) (Guichot y Sierra 1922).
Sin lugar a dudas, otro sólido lazo
de Machado y Álvarez con Extremadura tiene que ver con las estrechas relaciones
de amistad que en fechas tempranas de su juventud trabó con algunos extremeños
compañeros de estudios universitarios. Joaquín Sama y Vinagre se encuentra en
Sevilla desde 1860, donde estudio Derecho y Filosofía y Letras. Desde finales de la misma década (1868),
Romero y Espinosa está en la ciudad del Betis, donde en 1870 se matricula en las
mismas facultades. Dos años después encontramos a Matías Ramón Martínez y
Martínez inscrito de manera oficial en mencionados centros académicos. De esta
época debieron ser los primeros contactos y trato personal con Demófilo, que
por entonces, al ser unos años mayor que Romero y Martínez, concluía su
estudios de derecho. En este punto, creo que es significativo señalar que los
extremeños, antes de salir de Extremadura para iniciar su formación
universitaria, compartieron una experiencia en común: las enseñanzas que en el
Instituto de Badajoz recibieron del introductor de la teoría krausista en
Extremadura, el catedrático Tomás Romero de Castilla, quien precisamente les
firma sus certificados de bachillerato para ingresar en la universidad de
Sevilla. Y, como Machado y Álvarez, los tres fueron discípulos de Federico de
Castro en la Hispalense, compartiendo más adelante, a excepción de Matías R.
Martínez en lo que se refiere al terreno político y religioso, la ideología
republicana y los planteamientos positivistas.
Desde el período de la Revista Mensual de Filosofía, Literatura y Ciencias (1869-1874), primero Joaquín Sama,
krausista y posteriormente profesor en la Institución Libre de Enseñanza, y a
partir de La Enciclopedia (1877-1881)
Romero y Espinosa y el también extremeño Sergio Hernández de Soto contribuyen
al proyecto cultural participando activamente en la sección fija de Literatura
Popular: “(…) colaborando en ella, bajo
la dirección de Machado con el pseudónimo de Demófilo, varios jóvenes
literatos, entre ellos Don Francisco Rodríguez Marín, don Juan Antonio Torre y
Salvador, don Luis Romero y Espinosa (…)” (Guichot y Sierra 162). Cabe
suponer que los lazos de amistad fueron afianzándose con el transcurrir del
tiempo. Existen testimonios epistolares que atestiguan que tales vínculos
continuaron manteniéndose hasta el prematuro fallecimiento de Machado y otros
compañeros y amigos. La relación que entabló Romero y Espinosa con Machado se
completó con la amistad que el de Fregenal compartió con Alejandro Guichot,
Luis Montoto, Micrófilo, Rodríguez Marín y otros. Vínculos que siguió
fortaleciendo tras su regreso a Extremadura, donde a principios de la década de
los ochenta dirige una verdadera cruzada propagandística y de divulgación del
folklore en la prensa regional de la mas variada ideología política. Si bien,
sus preferencias en este aspecto se decantaron por una postura progresista; que
le vinculó al partido republicano, de cuyo comité local en Fregenal de la
Sierra fue miembro destacado. Casi todos los folkloristas, intelectuales, gente
de la burguesía universitaria, secundaron las ideologías progresistas,
incorporándose en numerosos casos al liberalismo y al republicanismo.
Las campañas propagandísticas y la
publicación de artículos “folklóricos”, que desde 1880 venían apareciendo en El Eco de Fregenal, antes siquiera de
estar formalizado el movimiento folklorístico, y especialmente durante los
meses de octubre a diciembre de 1881, son los antecedentes más inmediatos de la
constitución del Folklore en Extremadura. El día uno de noviembre de 1881 abre la
portada y segunda página de El Eco
con el artículo intitulado “A la prensa extremeña”, que, aunque no lleva firma,
no dudo en atribuir su autoría a Luis Romero y Espinosa. Otro artículo
inaugural lleva por título “El Folklore extremeño”, que asimismo edita El Eco
un mes después, el uno de diciembre de 1881. Se urge a que se cree el Folk-lore
regional. La respuesta se concretó en la reunión celebrada en la ciudad de
Badajoz en los primeros días de diciembre a la que, gestionada desde Sevilla
por Demófilo, asistieron los catedráticos del Instituto provincial, varios
literatos y los redactores de los periódicos de dicha población. Firman el
texto Federico Abarrategui, Anselmo Arenas, Manuel Hidalgo, Miguel Pimentel,
Isidoro Osorio y Pelayo Henao. Es decir, un grupo de notables profesores y
abogados que se dirigieron al presidente del Folk-lore andaluz, José María
Asensio y Toledo, en los siguientes términos: “ (…) Animados de mayor deseo que competencia, nos hemos reunidos en esta
capital todos los que más o menos acertada o eficazmente procuramos el
desarrollo de toda idea que tienda a prestar a la obscuridad de nuestras
olvidadas provincias y hemos acordado establecer El Folk-lore Extremeño (…)”
(La Crónica, 11-XII-1881). No obstante, los intentos por crear el Folk-lore
extremeño, desde la ciudad de Badajoz, fracasaron. Y es a partir de entonces
cuando Romero y Espinosa, en activa relación personal y epistolar con Machado,
toma la iniciativa y en una junta convocada en nombre de la redacción de El Eco
se reúne el 11 de junio de 1882 con una veintena de vecinos al objeto de
constituir la Sociedad El Folklore Frexnense. Por sugerencia de Machado se
nombran socios de honor a un nutrido grupo de profesores de la ILE, entre ellos
a los extremeños Juan de Uña y Joaquín Sama, a intelectuales extremeños, como
Vicente Barrantes, y a miembros de las Sociedades Económicas de Amigos del
País, los Ateneos, directores de periódicos, así como a profesores de
institutos y universidades tanto españoles como extranjeros. Y el Centro del
Folk-lore Frexnense, aunque la primera sociedad en crearse fue el Folk-lore de
Burguillos (8-XII-1881), se reconvierte en el Folk-lore extremeño. Así se
denominará desde entonces, editando su propio órgano de divulgación, la Revista
El Folk-lore Frexnense, que tras la
desaparición de la revista El Folk-lore Andaluz, el 29 de abril de 1883, la
extremeña cambia su nombre por la de Bético-extremeña para ofrecer sus columnas
a los folkloristas andaluces. Machado, como secretario general de El Folk-lore
Andaluz, envía notificación al Folk-lore extremeño aceptando, suspendida la
publicación andaluza, el ofrecimiento de los extremeños:“(…) Faltaríamos no solo a un deber de cortesía sino a una dulce
exigencia del corazón dejando de consignar que el beneplácito de la Sociedad
Folk-lore andaluz para unir su nombre al de la región extremeña poniéndolo al
frente de una Revista que sea órgano simultáneo, de ambas sociedades, nos llena
a la vez de legítimo orgullo, de sincera delectación y gratitud profunda”.
En 1884 en el tomo VI de la Biblioteca de las Tradiciones Populares Españolas
(BTPE), Machado escribió el siguiente párrafo de elogio y reconocimiento al
Folk-lore extremeño: “(…) Esta sociedad,
que debe considerarse como un verdadero Folk-lore Extremeño, por haber sido
Fregenal la capital folklórica de Extremadura, ha publicado con el título el
Folk-lore Frexnense y Bético-extremeño una revista trimestral verdadera
continuación del Folk-lore andaluz (…) En la actualidad sigue publicándose en
forma de folletín en El Eco de Fregenal (…)”. En efecto, cuando a finales
de año terminó el proyecto de la Bético-extremeña, Manuel Velasco y Jaraquemada
volvió a ofrecer a los folkloristas extremeños y andaluces las páginas de El
Eco y su separata literaria que dirigió Micrófilo.
Estas relaciones y experiencias
compartidas se fortalecen, asimismo, con el nombramiento de socios entre las
diversas sociedades y centros de Folk-lore. La fraternidad entre los
folkloristas no solo funcionó mediante el intercambio de materiales, sino que,
como hábito o “ritual de reciprocidad”, se extendió a otros ámbitos
convirtiéndose en una verdadera seña de identidad. Así, el Folk-lore Frexnense
nombra socios honorarios a Antonio Machado, Juan de Uña, Joaquín Sama, Giusseppe
Pitré, Hugo Schuchardt, Alejandro Guichot, Joaquín Costa, Cipriana Álvarez,
Luis Montoto, Emilia Pardo de Bazán…A lo que el Folk-lore andaluz corresponde
nombrando socios a varios extremeños, entre ellos a Sergio Hernández de Soto,
quien llega a firmar su colección de juegos como socio del Folk-lore Andaluz,
aunque desde 1882 era socio honorario del Frexnense. Los estrechos lazos de
amistad y camaradería no sólo se plasmaron en el cambio de título del órgano
divulgativo de los extremeños en favor de los folkloristas andaluces; sino
también en las reseñas que andaluces y extremeños editan en los órganos de
difusión de sus compañeros de otros Centros. Por ejemplo, la que firma Demófilo
sobre la Revista El Folk-lore Frexnense en El Folk-lore Andaluz; o las
recensiones que sobre la revista andaluza editan los extremeños Rafael Rico,
“Nadie”, en El Folk-lore frexnense, y
Luis Romero en la Bético-extremeña.
Mediante la bibliografía, la
correspondencia existente y la sección de noticias que se reproducen en los
órganos de difusión del movimiento folklorístico conocemos, por otra parte, el
intenso intercambio de materiales que se dio entre los folkloristas. En el
librito Colección de enigmas y
adivinanzas en forma de diccionario (1880), publicado en el espacio
temporal que transcurre entre la desaparición de La Enciclopedia y los inicios
de la organización del “Folklore español”, puede encontrarse la primera prueba
de lo que luego se convirtió en una práctica habitual entre los folkloristas:
el “préstamo recíproco de materiales”. Porque la Colección de enigmas y
adivinanzas, de Demófilo, se nutre principalmente de materiales andaluces y
extremeños (Guichot y Sierra, 1922. 162). Valgan como ejemplo más preciso de la
generosa actitud extremeña las remesas que Sergio Hernández de Soto entregó a
Machado sobre los juegos infantiles. Parte de ellos los reprodujo en sus textos
publicados en el Folk-lore Andaluz, Rivista italiana Giornale de Filologia
Romanze y Archivio per lo studo delle
tradizioni popolari. Si bien, Machado a su vez, quien venía cultivando el
tema de los juegos desde 1880, entregó descripciones de juegos extremeños a
Joaquín Sama. Los dos postreros trabajos sobre juegos de Machado, publicados en
la Revista España (1885 y 1886),
tienen como foco central la obra sobre juegos de Soto. En este caso el
planteamiento y la reflexión de Demófilo giran en torno a la tarea educativa y
paidológica; deteniéndose en los principios de adaptación, diferenciación,
imitación y dramatización del juego. Concluye su recensión de la obra del
extremeño con algo más que suspicacias sobre las supervivencias, prefiriendo
enfatizar en las analogías y conexiones que se dan entre todas las producciones
del folklore oral.
A tenor de la correspondencia y las
fuentes documentales que se conocen puede afirmarse que Luis Romero y Matías R.
Martínez regularmente se intercambiaron materiales, llegando incluso a hacer un
uso común de los documentos que recolectaban cada uno de ellos. Romero, además,
remite periódicamente materiales de la tradición recogidos por él mismo al
Folklore español, al Centro Andaluz y a Machado, Rodríguez Marín, Torre y
Salvador, Alejandro Guichot y a otros folkloristas, como ellos mismos reconocen
y agradecen en varios medios, publicaciones y a través de intercambios
epistolares. Como ejemplo de ello valgan un par de testimonios: “(…) Acuso recibo de los trabajos
manuscritos que nos ha enviado Luis Romero y Espinosa. Numerosa colección de materiales
del Folk-lore extremeño y artículos varios (…)” (Alejandro Guichot 1885). O
las palabras que al respecto escribe Micrófilo en la introducción a su obra “Un
capítulo del Folk-lore guadalcanense”:“(…)
Y ahora es ocasión de que yo dé las más cumplidas gracias a los que me han
ayudado a la tarea de recoger materiales del Folk-lore; pero tal es la
desgracia mía que siempre di con recolectores avaros y, por ende, ruines,
excepción hecha de los señores Romero, Olavarría y Huarte, Guichot y sierra y
Rodríguez Marín (…)” (1891).
En el apartado “Correspondencia” del
Boletín Folklórico Español (1885) se
acusa recibo de los materiales que para su publicación envían los folkloristas
españoles. Los materiales y las colecciones de los extremeños son de las más
numerosos. Cipriana Álvarez Durán remite manuscritos sobre “Culinaria popular
extremeña”, Hernández de Soto “Papeletas para clasificar los cuentos” y Romero
y Espinosa “Materiales del Folk-lore extremeño y artículos varios”. Y el mismo
origen tienen algunos de los registros cuentísticos que Demófilo publica tanto
en la Biblioteca de las Tradiciones Populares Españolas (BTPE) como en El
Boletín de la Institución Libre de Enseñanza (BILE).
El grupo extremeño, en fraternal
relación con los principales adalides del Folk-lore Andaluz, dio buena cuenta
de su acostumbrado dinamismo ocupando sus trabajos, casi por completo, cuatro
de los once volúmenes que vieron la luz en la Biblioteca de las Tradiciones
Populares Españolas. Los materiales extremeños de la BTPE (1883-1886), creada
por Machado y Alejandro Guichot, son, quizás, la aportación regional más
relevante: Apuntes para un mapa
topográfico-tradicional de la villa de Burguillos (1884); los juegos infantiles de Extremadura (1884);
Cuentos populares de Extremadura
(1886) y “Tradiciones referentes a algunos sitios de Extremadura” (184).
El clima de camaradería y amistad
entre Demófilo y los folkloristas extremeños puede inferirse, asimismo, de dos
costumbres de uso común o relativamente extendido: el hecho de dedicarse las
obras y en algunas ocasiones prologarlas también. En 1884 Sergio Hernández de
Soto dedica su obra sobre juegos al presidente del centro de Fregenal con las
siguientes palabras: “(…) Al señor D.
Luis Romero y Espinosa, ilustrado jurisconsulto y dignísimo presidente del
Folk-lore extremeño (…) A V., que tan ardiente propagandista de las ideas
folklóricas se ha mostrado (…) que tanto ha trabajado para la constitución del
Folk-lore Extremeño (…) dedico estos breves apuntes, recogidos de la tradición
oral (…)”. En fechas anteriores ya le había dedicado su estudio sobre la
“Cruz de Mayo” (1883). Con las siguientes palabras dedica Luis Romero a Machado
su obra Folk-lore El calendario popular
para 1885 (1884): “(…) A mi querido
amigo D. Antonio Machado y Álvarez (Demófilo). Fundador del Folk-lore Español”.
Y Hernández de Soto escribe la siguiente dedicatoria en su obra Cuentos
Populares de Extremadura: “(…) Al Sr. D.
Antonio Machado y Álvarez, en prueba de cariño que le profesa su afectísimo
amigo” (1886). Los prólogos, como he referido, también fueron frecuentes
entre los folkloristas como prueba de amistad y de compartir un mismo proyecto.
Machado escribe el prólogo del Mapa topográfico-tradicional de Matías Martínez
y Luis Romero prologa la obra Recuerdos de
Extremadura (1885), de Nicolás Díaz y Pérez. Y en la introducción de su
obra sobre juegos De Soto, por su parte, declara: “(…) el Sr. Machado, con cariñosa solicitud, me había ofrecido escribir
un prólogo, ofrecimiento que acepté reconocido, pero causas ajenas a la
voluntad de mi amigo le han impedido cumplir aquella promesa, que ha sustituido
con la no menos halagüeña para mi de escribir un post-scriptum, que irá al
final de esta obra (…)” (1886).
La solidaridad fraternal y el apoyo
excepcional que la “utópica” empresa de Machado obtuvo por parte de los
extremeños se evidencia de nuevo, cuando Demófilo experimentaba un cierto desencanto
respecto a la acogida social y política de su proyecto, en el párrafo que
extraigo de la misiva que el 31 de marzo de 1885 envía a Hugo Schuchardt: “(…) Así han muerto las ideas de la
aplicación de la fotografía a los juegos, el estudio del lenguaje infantil, las
excursiones y los museos folklóricos, los mapas topográficos (…); pero ni el
País, ni los Políticos, ni los Sabios, nadie, nadie me ha hecho caso, mejor
dicho, ha hecho caso a la idea. El pobre Alejandro Guichot, Luis Romero y
Espinosa, Sergio Hernández y alguno que otro hombre oscuro también, por generoso
y bueno, me han ayudado hasta aquí. Con su auxilio y su buena amistad, la tuya
y la de Pitré, valiosísimo para mí, me considero plenamente recompensado (…)”
(Steingress, 1996: 100)
II
La obra de Demófilo en
Extremadura: la prensa
En 1987 la Fundación Machado de
Sevilla financió el proyecto que le presenté bajo el título “La obra de Antonio
Machado y Álvarez, Demófilo, en Extremadura: bibliografía y fuentes
documentales”. En 1988 entregué los resultados de la investigación y presenté a
la Fundación copia de los documentos que hallé, así como un índice organizado
con tales materiales y una memoria del trabajo. Dediqué la primera fase de la
pesquisa de los “sueltos” de Machado en Extremadura a revisar los medios,
especialmente los diarios y la prensa periódica, que en la región se hicieron
eco del movimiento folklórico (1880-1890), publicaron materiales y acogieron en
sus páginas noticias e informaciones sobre la constitución y el funcionamiento
de las sociedades de Folk-lore locales (1881-1885). Al no contar con
referencias previas, creí conveniente realizar una primera selección de la
muestra sobre la que trabajar a partir de dos ideas: la orientación política de
los periódicos y la presumible relación de Machado y los folkloristas
extremeños con los medios. El objetivo: encontrar y registrar las huellas de
Demófilo y el movimiento folklorístico. En fase posterior seleccioné una
relación de bibliotecas y hemerotecas que consideré pudieran conservar fondos y
documentos de interés para el proyecto. La tercera fase, con algunos
desplazamientos a diversas localidades, la empleé en la búsqueda, consulta y
copia de los fondos hallados. Documentos y referencias dispersas con la que compuse
la relación definitiva. El número de “sueltos” y documentos fotocopiados
asciende a la cifra de 83, entre referencias, noticias e informaciones, textos
propagandísticos y artículos sobre Folklore que se depositaron, encuadernados
en un único volumen para la ocasión, en la Fundación Machado. A veces, el
dossier contiene noticias y artículos editados, así mismo, en otros medios;
porque era práctica habitual reproducirlos simultáneamente en varios de ellos.
Aparte la prensa periódica y la que
creí de mayor proximidad a las ideas de Machado y Álvarez, sin olvidar los
periódicos de signo conservador e incluso opuesto a las ideas liberales,
republicanas y de progreso de Machado y muchos de sus compañeros, vacié igualmente
la bibliografía “folklórica” que sobre Extremadura y los extremeños se publica
en heteróclitos medios. Entre ellos, algunos materiales y textos menos conocidos.
De tal manera las principales ideas que orientaron la investigación fueron:
1.-Encontrar los artículos-textos que Machado publicó en Extremadura y sobre
los extremeños. 2.-Localizar cualquier tipo de dato, noticia o información sobre
la labor machadiana en la región. Porque la obra fundacional de las Sociedades
de Folk-lore iniciada en España por Demófilo tuvo una acogida sobresaliente en
Extremadura. Las estrechas relaciones personales del secretario de la Sociedad
de Folk-lore Andaluz con universitarios extremeños como Luis Romero y Espinosa,
Matías Ramón Martínez, Joaquín Sama y Vinagre, Juan Uña, o con Sergio Hernández
de Soto, sin lugar a dudas determinaron la constitución de una veintena de
centros folklóricos en la región. Así, Extremadura se convirtió en el
territorio español que contó con mayor número de sociedades y con el apoyo expreso
de un vigoroso grupo de intelectuales, profesores, periodistas, abogados, etc.
Aparte de revisar y vaciar las
revistas El Folk-lore Andaluz, la Frexnense y la Bético-extremeña, así como los
once volúmenes de la Biblioteca de las Tradiciones Populares Españolas, con el
propósito de localizar textos y/o noticias respecto a la labor propagandística
de Machado, consulté los fondos bibliográficos y hemerográficos que se
custodian en las siguientes instituciones: Biblioteca Pública Bartolomé J.
Gallardo (Badajoz), Hemeroteca de la Real Sociedad Económica de Amigos del País
(Badajoz), Biblioteca del Centro de Estudios Extremeños, Hemeroteca del Casino
de Badajoz, Biblioteca, Hemeroteca y sección de microfilms del Complejo Cultural
Santa Ana (Almendralejo), Hemeroteca de la Facultad de filosofía y Letras
(Cáceres), Hemeroteca del Real Monasterio de Guadalupe, Hemeroteca Municipal
(Mérida), Biblioteca del Museo Arqueológico (Badajoz), Biblioteca de la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla. Legado Alejandro
Guichot y Sierra. Rectorado Universidad de Sevilla. Y aunque hice varias catas
en quince periódicos diferentes, el estudio se centró en los ocho medios
extremeños más en sintonía con la idea machadiana y proclives a la labor
fundacional de Luis Romero y Espinosa y Matías Ramón Martínez. Lógicamente, tal
circunstancia selectiva obedeció, de igual forma, a la localización y
posibilidad de consulta de los fondos que se conservan; dado que la mayoría de
las colecciones no están completas. Y de El Eco solo encontré algunos números
sueltos en dos hemerotecas. De los periódicos que reprodujeron textos e
informaciones de Machado y los Centros de Folk-lore a continuación realizo una
breve sinopsis en la que traigo a colación algunos datos relacionados con el
contexto social y el tema que trato; habida cuenta que algunos de los
directores, redactores y colaboradores de los principales medios fundaron y
apoyaron las sociedades de Folk-lore que se crearon en Extremadura.
1.-La Crónica de Badajoz (1864-1892).
Debido a la censura en 1883 cambia su título por el de Nueva Crónica. De
ideología republicana federal, estuvo dirigido por Isidoro Osorio, Rubén Landa
y F. Mendo. En él colaboran Gumersindo Azcárate, Urbano González Serrano,
Matías Ramón Martínez, Miguel Pimentel y Donaire, Nicolás Salmerón, Juan Uña
Gómez, Máximo Fuertes de Acevedo, etc. Su corresponsal en Madrid fue
Hermenegildo Giner de los Ríos. Es decir, en él colaboran krausistas e
institucionistas (ILE). El apoyo al movimiento folklórico fue total. Aparte de
ofrecer a sus lectores recensiones bibliográficas sobre publicaciones de
Folklore, reproducir las noticias provenientes de Sevilla y de otros centros
folklóricos, hace lo propio con otras que previamente han aparecido en medios
tales como El Eco de Fregenal, la Semana de Don Benito, el Diario de Badajoz o
el Boletín Revista del Instituto de Badajoz. En varias ocasiones incluso llegó
a editar las Actas de la fundación de diversos centros folklóricos. El 20 de
junio de 1889, La Crónica nombra a Antonio Machado y Álvarez su representante
en la Asamblea de la prensa republicana en Madrid.
2.-El Magisterio Extremeño (1873-1891).
Entre 1881 y 1882 se denomina Nuevo Magisterio extremeño. Y de enero de 1886 a
febrero de 1891, El Magisterio Extremeño-onubense; que desde 1899 se publica
con el título de Boletín del Magisterio Extremeño. De ideología republicana, su
director fue Miguel Pimentel y Donaire. Y entre los colaboradores destacan
conocidos republicanos, sin faltar las plumas de algún conservador: Anselmo
Arenas, Matías Ramón Martínez, Joaquín Sama y Vinagre, Urbano González Serrano,
Antonio Machado y Álvarez, etc.
El Magisterio Extremeño fue una
revista pedagógica dedicada a la defensa de los intereses del magisterio. Su
director, que junto a otros intentó constituir en 1881 el Folk-lore pacense,
fue seguidor de un krausismo “difuso”. Debido a su defensa de la enseñanza
laica el obispo de Badajoz, Fernando Ramírez y Vázquez, mediante carta pastoral
lo condena y excomulga en julio de 1881. El periódico, en cierta medida, es un
órgano de divulgación próximo a los krausistas con orientación
regeneracionista. Habitualmente aparecen en sus páginas noticias de los
intercambios que mantiene con el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza; informaciones
sobre la creación de centros folklóricos y colaboraciones de Juan de Uña,
director de la ILE y socio del Folk-lore extremeño.
3.-El Eco de Fregenal (1880-1885). Su
director y propietario fue Manuel Velasco y Jaraquemada. Desde el primer momento
el marqués de Río Cavado puso sus páginas a disposición de los folkloristas. El
Eco, de ideología liberal progresista, surgió de las ideas políticas de Velasco
y Jaraquemada y del espíritu periodístico de Luis Romero y Espinosa. Entre sus
colaboradores se encuentran el líder del Folklore extremeño, Rafael Rico,
Matías Ramón Martínez, Torre y Salvador (Micrófilo) y otros folkloristas. El
Eco fue el máximo aliado del Folk-lore regional y uno de los principales apoyos
con los que contó el proyecto machadiano. En sus páginas se encuentran
abundantes noticias e informaciones relativas a la actividad propagandística,
sobre asuntos folklóricos nacionales, movimientos fundacionales y creaciones de
sociedades de Folk-lore, publicaciones, proyectos, etc. Machado, a través de
Romero y Espinosa, hizo llegar a El Eco noticias y otros materiales fruto de su
ferviente y “mesiánica” actividad propagandística y literaria.
4.-Boletín Revista del Instituto Provincial de
Badajoz (1881…). De ideología progresista y cercano a los pensamientos de
la ILE, su director, el profesor de física y química Máximo Fuertes Acevedo,
quien apoyará decididamente los estudios de folklore, en 1878 publica Meteorología popular y en 1883 una obra
sobre el Darwinismo que causó gran conmoción
en la sociedad regional. El Boletín, una revista científico-literaria de
periodicidad semanal, fue el órgano de difusión del claustro de profesores el
Instituto Provincial. Frecuentemente reproduce noticias sobre las sociedades de
Folk-lore e igualmente se ocupa de divulgar la obra de Darwin. Entre sus
colaboradores despuntan el propio director del Boletín, Matías Ramón Martínez,
Tomás Romero de Castilla, Carlos Pérez Toresano, etc.
5.-Diario de Badajoz (1882-1892). A partir
de esta última fecha cambia su título por el de Nuevo Diario de Badajoz.
Durante un tiempo su director fue Anselmo Arenas y Miguel Pimentel y Donaire su
administrador. De ideología republicana federal, tuvo entre sus colaboradores a
Salmerón, Joaquín Sama, Urbano González Serrano, Antonio Machado y Álvarez,
Máximo Fuertes, José Chacón y Calderón, Manuel Sales y Ferré y a algunos de los
fundadores de la ILE. El Diario de Badajoz se presentaba como un periódico
político, científico y literario; proclamando los principios krausistas y
acogiendo las nuevas corrientes de pensamiento político y científico. Verdadero
órgano de expresión de los republicanos, se declaró abiertamente anticlerical,
demócrata y masón. Como La Crónica de Badajoz, fue censurado por el obispo
Ramírez Vázquez. Entre 1881 y 1890 apoya el movimiento folklórico, publica
diversos artículos de Demófilo y habitualmente reproduce en sus páginas
noticias referentes a las sociedades de Folk-lore.
Debido a las coincidencias
ideológicas y a las relaciones personales que Machado mantiene con los
folkloristas extremeños y a través de ellos con algunos directores de medios
destacados, los periódicos de Extremadura que reproducen el mayor número
noticias relacionadas con el movimiento folklórico iniciado en España por
Antonio Machado y Álvarez, son: El Diario de Badajoz, La Crónica y la Nueva
Crónica, El Nuevo Magisterio Extremeño, El Boletín Revista del Instituto
Provincial de Badajoz; y en menor medida, El Guadiana, de Olivenza; y La Semana, de Don
Benito. La mayoría de los periódicos mencionados están dirigidos o en ellos
colaboran asiduamente los que reivindico como folkloristas, fundadores de las
sociedades locales de Folk-lore en Extremadura y quienes apoyaron públicamente
tal actividad: José Chacón y Calderón, Matías Ramón Martínez, Miguel Pimentel y
Donaire, Juan Uña, Joaquín Sama, Luis Romero, Rafael Rico, Torre y Salvador,
José Montaner y Calpena, Carlos Pérez Toresano, Antonio Gallardo, Esteban
Barquero, Pelayo Henao y Carrión, Luis Sotomayor y Terrazas, Felipe Muriel y
Gallardo, Marceliano Ortíz López, Francisco Rodríguez Marín. Cuando el
movimiento folklórico y asociativo empezaba a decaer, el Diario de Badajoz
publica, entre mayo y junio de 1888, los siguientes artículos de Demófilo:
“Para el bello sexo. La aguja I”, “Para el bello sexo. La aguja II”, “Las
pajaritas de papel”, “El escapulario” y el “Bu”, que también aparece, entre
otros, en “El Magisterio Extremeño-onubense”.
III
Los folkloristas
extremeños: “Discurso antropológico”, innovación temática y “enfoques metodológicos”
La sociedad española a mediados del
XIX se debatía entre el espíritu conservador y religioso que invadía también el
quehacer “científico” y la ideología liberal de la burguesía en ascenso. La
universidad era más un foco de pensamiento conservador que motor de cambio
social. Más preocupada por las discusiones metafísicas y escolásticas que en
constatar de manera científica los datos con la realidad. La universidad
española vive hacia 1877 un ambiente caracterizado por la asimilación del
krausismo y la introducción del positivismo evolucionista. En este contexto de
renovación científica, de crítica de las ideas tradicionales y de polarización
ideológica, otra piedra de choque en la realidad española fue el darwinismo,
que ofrecía un nuevo planteamiento de la realidad mediante los conceptos de
cambio y progreso, y en el que la evolución se asienta como el nuevo paradigma
del que se servirá la mentalidad liberal.
La apertura en Extremadura a las
nuevas y renovadoras tendencias será una consecuencia lógica de los intentos
que realizaron en tal sentido gentes ligadas intelectualmente a Sevilla y
Madrid. Algunos de los debates y de las tentativas por modificar el estado de
cosas en una sociedad de estructuras arcaicas, mediatizada por una ideología
fuertemente tradicionalista, vendrán de manos de profesionales que se formaron
en la década de los años sesenta y setenta en las aulas de la Universidad
hispalense (Joaquín Sama y Vinagre, Tomás Romero de Castilla, alumno de
Federico de Castro, catedrático de instituto e introductor del pensamiento de
Krause en Extremadura; Luis Romero y
Espinosa y Matías Ramón Martínez, dirigentes del movimiento folklórico de
finales del XIX en la región). Otro nutrido grupo de profesionales extremeños
se formó o estuvo vinculado intelectualmente a varias instituciones académicas
y culturales de Madrid: la Universidad Central, el Ateneo, la Sociedad Española
de Historia Natural y la ILE. Entre ellos el sociólogo krausopositivista Urbano
González Serrano, presidente de la Mesa de Ciencias Morales y Políticas del
Ateneo Matritense; Juan de Uña, rector de la ILE; o el jurista, también
institucionista, José Chacón y Calderón, fundador de una sociedad local de
folklore y autor de un informe (1884) para la Comisión de Reformas Sociales
sobre la situación económica y los estilos de vida de los obreros agrícolas en
la comarca de La Serena.
La puerta de entrada del espíritu de
los nuevos tiempos en Extremadura fueron los dos institutos provinciales, el
Ateneo de Badajoz, la Academia de Ciencias Médicas y la Real Sociedad de Amigos
del País de Badajoz. El darwinismo llegó a Extremadura de manos del profesor de
química y física, colaborador del folk-lore regional, Máximo Fuertes Acevedo,
quien en 1883 publica la obra El
Darwinismo: sus adversarios y sus defensores, que suscitó una fuerte
polémica. Controversia que, en el fondo, refleja la lucha ideológica y de
influencias sociales que se vive en la Extremadura de finales del XIX. Frente a
las teorías bíblicas y creacionistas, el catedrático del instituto de Badajoz
trata de explicar el origen y la evolución del hombre desde un enfoque
racionalista. Porque en Extremadura fueron los científicos prácticos,
profesores con formación en ciencias físico-naturales, médicos y farmacéuticos
los que, en colaboración con los profesores de segunda enseñanza, emprendieron
la tarea de difundir el interés por la cultura científica y el nuevo espíritu
positivista. En ausencia de una verdadera comunidad científica, se irán creando
a finales de siglo los marcos institucionales que favorecerán la asimilación
progresiva de los planteamientos científicos.
La introducción en España del
cientifismo en el ámbito de los estudios de Folklore, apartándose de la mera
concepción literaria, se debe a Machado y Álvarez. Dos fueron los pilares en
los que se sustentaron los presupuestos teóricos del folklore español: uno, las
teorías evolucionistas de Darwin y su aplicación a los fenómenos
socioculturales; el otro, la concepción spenceriana de la historia, que
traslada el centro de gravedad de la misma de los reyes al pueblo. De tal
manera, el empuje de las Ciencias Naturales y la concepción de unas ciencias
sociales dispuestas a recoger datos y arrojar con ellos nuevas luces sobre el
comportamiento humano general, y acerca de las costumbres en particular, tienen
su reflejo en Extremadura. Paulatinamente se irá imponiendo el rigor de los
nuevos métodos de investigación, al tiempo que se abandonarán las
especulaciones de tipo filosófico. Con el desarrollo de las ciencias naturales
y la recepción del positivismo y el evolucionismo, un sector de los
folkloristas se aleja de las corrientes literarias y eruditas, se distancia de
los enfoques esencialistas y se orientan por planteamientos más empíricos sobre
la realidad social. Algunos (Matías Ramón Martínez, Luis Romero y Espinosa…)
muestran una cierta especificidad en su forma de trabajo, que se aleja tanto de
las especulaciones como de los objetivos extracientíficos (estéticos,
filosóficos o moralizantes). Los folkloristas fijaron un método a caballo entre
el paradigma romántico, que consideraba la literatura popular tanto en sus
aspectos estéticos como históricos; y el método positivista, que transmite al
folklore una orientación “científica” reflejada en unas técnicas rigurosamente
empíricas: observación directa de los fenómenos a estudiar, confección de cuestionarios,
evacuación de interrogatorios, recogida directa de los materiales sobre el
terreno (el collecting materials, de Gomme), la fiel reproducción de los textos
(reddere verbum verbo), descripciones realistas, clasificación de los
materiales, interés por la objetividad… O sea, un mayor rigor metodológico que
establece tres fases correlativas en el proceso de trabajo: recolección,
clasificación y comparación. Ahora bien, en general la experiencia extremeña no
rebasó el nivel de recolección y el modelo de las colecciones; si bien la
permuta de materiales bibliográficos y documentales posibilitó a algunos, como
a Matías Ramón Martínez, la apertura hacia los estudios comparativos.
Coexisten, no obstante, los continuadores del pasado, la corriente literaria y
“costumbrista”, dado que hasta finales del XIX no se concibe el Folklore como
una obra científica; y la científica, que supera el sesgo romántico y de reelaboración
literaria. Las colecciones ya no se estudian por sus formas estéticas, sino con
una finalidad científica; es decir, no interesan tanto las formas como el
fondo. Y debido a la influencia de las ciencias naturales se extienden los
géneros y surgen nuevos temas de investigación.
Dependencia, mimetismo e innovación
son tres rasgos que caracterizan el movimiento folklórico en Extremadura. La
vía extremeña en su fase inicial trasplanta el “modelo andaluz” obedeciendo a
lo que se suponían analogías culturales entre Andalucía y Extremadura; y debido
a las relaciones de amistad que desde los tiempos de la universidad entablaron
Joaquín Sama, Luis Romero, Matías R. Martínez y Sergio Hernández de Soto con el
grupo sevillano liderado por Machado y Álvarez. Lógicamente, las coincidencias
ideológicas (progresistas, en general) y científicas (aceptación en el terreno
sociocultural del paradigma evolucionista) favorecieron los vínculos entre
ambos grupos. Los campos temáticos prioritarios sobre los que investigan los
folkloristas extremeños son: literatura popular, creencias, rituales festivos,
ciencia popular, derecho consuetudinario, historia local y demotopografía. Es
decir, dos grandes ámbitos temáticos: 1.-Tradicionales:
literatura popular, fiestas, creencias…Y 2.-Innovadores: Demotopografía, derecho consuetudinario, ciencia
popular, minorías étnicas, dialectología regional, dicterios… En el segundo
caso se da una aportación que representa cierta vanguardia, habida cuenta de
que las cosas no estaban hechas, se estaban creando entonces. Es el momento en
que entre todos se estaba perfilando un modelo de trabajo. De tal manera
Extremadura contribuirá al movimiento, tanto por los campos temáticos de
estudio como por la estructura de varias obras, con algunos puntos de
innovación metodológica, tales como los que supusieron los estudios sobre el Derecho Consuetudinario Regional (1882…);
El Mapa Topográfico Tradicional de la
villa de Burguillos (1884), la Historia
etnológica de los gitanos, de Matías R. Martínez; o los dictados tópicos (1883) y El Calendario Popular (1884), de Luis
Romero y Espinosa. Entre los temas novedosos destacan los estudios sobre el
Fuero del Baylío, un derecho consuetudinario-foral específico de la región, que
desde 1881 (El Eco de Fregenal) y 1882 (El Guadiana) es objeto preferente de
atención por el jurista Matías R. Martínez en razón de su vigencia,
peculiaridad cultural y debido a las repercusiones sociales que implica tal
institución. Un fuero que afecta a una amplia franja territorial en las
comarcas de Jerez de los Caballeros y Alburquerque, así como a un estimable
número de poblaciones en la raya luso-extremeña. Se trata de un régimen
jurídico que concierne a ciertos grupos sociales en lo relativo a la sociedad
familiar, el parentesco, la residencia, los sistemas de propiedad y de
herencia. Durante buena parte de la vida profesional de Martínez, el estudio
del “Derecho consuetudinario” fue uno de sus temas preferidos de investigación.
De él se ocupa, in extenso, en la monografía titulada El libro de Jerez de los Caballeros (1892), que vio la luz en la
imprenta Rasco de Sevilla por el mecenazgo del duque de T’Serclaes de Tilly,
don Juan Pérez de Guzmán y Boza.
La línea de investigación que
conjuga la tradición oral y la documentación histórica, el saber popular y el
conocimiento científico, la geografía y la historia, la toponimia y la
lingüística, y las tradiciones populares se evidencia en Apuntes para un Mapa Topográfico-tradicional de la villa de Burguillos.
En este caso, se trata de una obra original, en la que las denominaciones de
los lugares aparecen tomadas, en la mayoría de los casos, del reino orgánico,
de la flora, la fauna, las “razas”, los nombres y los apellidos, las
construcciones, los oficios, las propiedades, la mitografía y la historia. Los
mapas topográficos tradicionales supusieron una innovación temática y una de
las vías de extensión de los géneros abordados por los folkloristas, y cuyos
antecedentes lejanos habría que situar en las corografías y los diccionarios
histórico-geográficos. El precedente inmediato del de Burguillos está en la aún
inédita topografía médica de la misma población que en 1883 presenta Matías
Martínez, obteniendo el segundo accésit, en el concurso anual de la Real
Academia de Medicina de Barcelona. En El Mapa Topográfico de Burguillos se
reconstruye, partiendo tanto de la explicación toponímica popular como de la
culta, el origen de los nombres con que se designan los distintos sitios y
elementos, tangibles e inmateriales, del término municipal. Martínez es de la
opinión que “(…) si las costumbres son el alma del pueblo, la topografía es su
cuerpo”. Introducidos los Mapas Topográficos Tradicionales en la región por
Luis Romero y Espinosa, la idea surgió de Machado en abril de 1882 cuando proyectó,
sin demasiada fortuna, el mapa de la provincia de Sevilla. Si bien, en la
Revista El Folk-lore Andaluz reproduce un interrogatorio para el “Mapa
Topográfico Tradicional”. Fue el de Burguillos, no obstante, el primero de su
género en la bibliografía española, y el único que se realizó. Machado escribe
en el prólogo a la obra de Martínez:
“(…) El territorio
español tiene en sus monumentos arquitectónicos, arqueológicos y paleográficos,
en sus monedas, y en esa inmensidad de vestigios de remotas épocas, documentos
sin duda alguna importantes, pero no más que los que subsisten en sus nombres
topográficos vulgares. La filología y la fonética (…) conservan testimonios más
fehacientes, de más valor para el historiador imparcial, que esos mismos
monumentos, más fugaces y perecederos, siendo de piedra, que las palabras, por
hallarse sometidos a una alteración y descomposición química más violentas. (…)
Las denominaciones topográficas de cada localidad, aparte de su valor
dialectológico, nos enseñan cómo agrupa el pueblo sus ideas, supersticiones,
sentimientos o creencias en torno a los nombres con que bautizan los sitios en
que vive; y además, como la tradición, conserva, muchas veces alterados y
descompuestos, nombres de remotas edades (…)”. Y en un párrafo anterior, anota: “(…) a un pueblecito, a una humilde villa de
la provincia de Badajoz, y al Sr. Martínez (…) ha cabido el merecido honor de
haber puesto la primera piedra: su libro, modestamente titulado Apuntes para el
mapa topográfico tradicional de Burguillos, es una prueba viva y elocuentísima
de lo que puede una buena inteligencia y una gran voluntad puesta al servicio
de una buena idea”. El Boletín Folklórico Español, año I, número 7, de 15
de abril de 1885, en su sección de “Movimiento y Noticias” reproduce un texto
aparecido en El Folk-lore Journal, de
Londres, respecto al “Mapa de Burguillos”, del que entresacamos la siguiente
referencia: “Es una historia de la
ciudad, con los nombres (por índice alfabético) y tradiciones de todas las
calles, plazas, caminos y haciendas, arroyos, etc., que la forman y rodean. A
la obra precede un elocuente prólogo de D. A. Machado y Álvarez (…) Debe haber
costado mucho trabajo su compilación, es interesante y puede servir de modelo
en su género ¿No habría folkloristas y arqueólogos que hiciesen para Inglaterra
lo que se ha hecho para el pueblecito español y los españoles piensan hacer
para su país?”. En suma, un libro singular, el primero de su naturaleza en
la literatura española.
Creo que Matías Ramón Martínez fue el
único folklorista español que en el contexto temporal que refiero escribió una
obra sobre los gitanos españoles, de cuyo manuscrito inédito conservo una copia
en mi biblioteca. Se trata de un importante original, Historia Etnológica de los gitanos, en el que no aborda la
tradición de la minoría cultural desde la categoría territorial o regional.
Trazado desde una actitud positivista y desde una perspectiva comparatista,
elabora un estudio etnológico centrado en la Península Ibérica, cuyo texto
organiza en los siguientes capítulos: Historia, creencias,
cultura-conocimientos, organización civil, arte, profesiones e idioma. Desde el
punto de vista de las fuentes combina los materiales extraídos de las
entrevistas que realiza personalmente con la documentación histórica,
bibliográfica y literaria. Tras algunas entrevistas a gitanos en Extremadura,
en su manuscrito dejó el siguiente párrafo después de entrevistar a una gitana
sevillana:“(…) Hay también muchísimas
caracoleras, buñoleras, vendedoras de castañas asadas y guisadoras de menudo.
No dejan de explotar en el pueblo ignorante la buenaventura, que va perdiendo
ya mucho de su importancia. El que éstas líneas escribe pudo conseguir a duras
penas, y mediante el cebo de dos reales, que una graciosa gitana le dijese la
buenaventura inserta en otro lugar, una tarde que paseaba por las cercanías del
puente de Triana, allá por el año 1875, cuando estudiaba su carrera en aquella
ciudad (…)”.
Martínez, partiendo de la idea de
la cultura como algo fósil, encuentra los orígenes de los gitanos en sus
costumbres entonces vigentes. De manera que se muestra como un evolucionista,
aunque en varias ocasiones rechazó públicamente el evolucionismo biológico, que
acepta en cambio como evolución progresiva en los aspectos socioculturales de
las sociedades y los grupos humanos. El texto sobre los gitanos, que inició
hacia 1873 cuando se encontraba en Sevilla, es un estudio inacabado en el que,
coherente con su evolución intelectual, acepta el evolucionismo en su versión
sociocultural. En su afán por comparar las costumbres de los gitanos, Martínez
solicita a otros folkloristas españoles y de Portugal, Francia e Italia
informaciones sobre temas puntuales que desarrolla en su manuscrito. En 1883 y
1888 se dirige por carta al doctor Hugo Schuchardt, prestigioso romanista y
lingüista de la Universidad de Graz que visitó Extremadura y mantuvo
correspondencia con los folkloristas extremeños, requiriéndole información
puntual y referencias bibliográficas sobre los gitanos húngaros (Steingress,
1996: 145-147). Por una carta manuscrita
que conservo, que le envía Alejandro Guichot facilitándole algunos datos sobre
una boda gitana en Sevilla, sabemos que en 1891 Martínez todavía continuaba sin
concluir su trabajo sobre los gitanos; cuyo estudio sigue inédito en la
actualidad.
La noción de ciencia se contempla en
la singular obra El calendario popular
para 1885. Con ella pretendió su autor, Luis Romero y Espinosa, mostrar que
el pueblo tenía su propio calendario y que, en su formación, intervienen las
ciencias y las letras populares, que las gentes del medio rural se guiaban en
sus actividades y diversiones no tanto por el calendario oficial, como por el
concebido en base a sus propias experiencias. Sin lugar a dudas, se trata de
una obra novedosa en su género, peculiar tanto por la manera de abordar su
temática como por su estructura. Su autor subordina los materiales orales que
se refieren al calendario teniendo presente la ordenación cronológica de éste y
no los géneros a los que aquéllos pertenecen. Sus principales características
son el sentido del orden y la concepción global. Desde el punto de vista de los
ámbitos de trabajo de los folkloristas, se produce un cambio de actitud y
Espinosa extiende el campo de la literatura popular al ámbito de las ciencias
naturales tal como las entendía el pueblo llano. En este trabajo, en el que se
valora la aportación del saber vulgar al conocimiento científico, Espinosa de
los Monteros se limita a ordenar y clasificar las distintas categorías cíclicas
en que divide la obra, un nutrido conjunto de materiales, recogidos de la
tradición oral, y referidos a cómo el pueblo encara la naturaleza: aforismos,
refranes, dichos, frases hechas, modismos, adivinanzas, cantares, coplas y
rogativas, rimas infantiles, juegos, etc., pero también dictados tópicos,
creencias, ceremonias y fiestas; y una variada gama de ideas y conocimientos
que el pueblo posee en relación con la cronología, la astronomía, la
meteorología, la botánica, medicina, higiene, agricultura, el santoral y las
fiestas.
La original obra de LRE cuenta con
una “Miscelánea”, no menos novedosa, de MRM: “Concepto filosófico-vulgar del
tiempo”, donde sostiene que el pueblo tiene fuerza natural de intuición para
formar sus conceptos. Y que todos los hombres, aún en estado precientífico de
conocimiento, tienen una idea del tiempo asumida como una manera de cambio. Lo
que argumenta trayendo a colación dichos, refranes, cantares, adivinanzas, etc. A partir de tales materiales afirma que el
pueblo enseña que el cambio no es el del tiempo en sí mismo, sino el del ser en
sus estados últimos. Es decir, que el tiempo va y viene, pero no acaba nunca;
porque siempre hay tiempo. Por lo que el tiempo, basado en las reflexiones que
realiza de los ejemplos que extrae de la tradición oral, afecta a la mudanza
del ser, pero no al ser en su misma esencia. Concluye su breve texto afirmando
que el pueblo tiene una idea tan precisa del tiempo, que concuerda con la más
exigente filosofía. De tal manera trata de conciliar el “saber vulgar”
(empírico-experiencial) con el pensamiento filosófico-científico (abstracto).
La especialización de los
folkloristas extremeños coincide con las líneas temáticas generales de trabajo
de los folkloristas españoles; pero asimismo inician una línea novedosa que, si
en algunas cuestiones contaba con ciertos antecedentes esbozados más que
desarrollados, ahora son tratados monográficamente (Los mapas topográficos, el
calendario popular, el derecho consuetudinario, las minorías étnicas (gitanos),
la dialectología...). El Mapa Tradicional de la villa de Burguillos y El
Calendario Popular suponen un esfuerzo por conocer e incorporar la tradición
oral, el saber empírico popular, al saber científico. De esta manera los
folkloristas extremeños inician una línea novedosa, de vanguardia; aportando
innovación tanto en el campo temático (extensión de los géneros de
investigación que surgen por el cultivo de las ciencias naturales), como en el
metodológico con el trabajo en equipo y la temprana confección de
interrogatorios y cuestionarios.
Entre las técnicas que utilizan los
folkloristas destacan los interrogatorios y la entrevistas que frecuentemente
realizan a parientes e “informantes” del círculo familiar, doméstico y de su
propio entorno territorial. Ellos mismos, mediante sus recuerdos de la infancia,
la juventud y el conocimiento de visu, ejercieron para algunos de sus estudios
el rol de “informantes” y fueron sus propias fuentes de información. Una
técnica ampliamente utilizada fueron los cuestionarios, instrumentos para la
recogida organizada y la clasificación sistemática de los datos, que confieren
a los recolectores un marco de referencia. Como ocurrió con los materiales, en
cierto modo de uso común entre los folkloristas, los cuestionarios entraron en
la dinámica del recíproco intercambio entre los Centros. Las preguntas se
agrupaban por temas para facilitar la posterior clasificación de la
información. Dos ideas los inspiran: el sentido del conocimiento de la propia
tierra y de sus gentes, y la influencia de la ciencia positiva. En los
cuestionarios se plasma el interés por los pueblos
como parte de la nación, y del pueblo
como conjunto de la sociedad, más allá de su significación como clase o
fracción social. Los cuestionarios solían adjuntar una circular con instrucciones
generales para los recolectores y los colaboradores. Y según los temas, los
grupos sociales y los grupos de edad a quienes se pretendían aplicar pueden
dividirse en generales y sectoriales. Éstos últimos comprenden varias secciones
temáticas y se evacúan, según éstas, a individuos de distintas profesiones.
Matías R. Martínez, Luis Romero y Espinosa y en menor medida Sergio Hernández
de Soto se preocuparon de cuestiones específicas relacionadas con las técnicas:
confección de cuestionarios, interrogatorios y fichas para la obtención de la
información de manera sistemática. Auspiciado por Machado, entre otros
materiales para la recogida de la tradición, Martínez y Martínez publica en
fechas tempranas el “Cuestionario para el
acopio de materiales referentes a las costumbres del pueblo extremeño en sus
distintas esferas de la vida (familiar, religiosa, económica, jurídica y
social) (1883), que Demófilo tomó como modelo para el Folk-lore español,
publicando poco tiempo después “El
cuestionario para el acopio de materiales del pueblo castellano”, aceptando así
el que confeccionó MRM (Guichot y Sierra 182). Espinosa, por su parte, redacta
los Interrogatorio de Meteorología y
Agricultura (1883) y el Interrogatorio
para el acopio de datos referentes al Calendario Popular (1884). Y Sergio
Hernández de Soto confecciona unas papeletas, especie de fichas-cuestionario,
sobre Cuentos Populares (1883). En El
Boletín Folklórico Español Machado publica en 1885 Instrucciones para la recolección y catálogo de los cuentos populares.
Año en el que su viejo amigo, el extremeño Juan de Uña, le comunica por carta
cuando vivía en Madrid que la Junta de la Institución Libre de Enseñanza ha
determinado establecer una cátedra consagrada a los estudios folk-lóricos y
espera que la acepte. Machado, en carta a su amigo Luis Montoto le dice: “ (…)
Sabrás que soy catedrático de folklore (sin sueldo) en la Institución Libre
(…)” (Pineda Novo, 1993: 57). Problemas personales, económicos y familiares impidieron
que asumiera tal responsabilidad.
Los folkloristas adoptan
generalmente el método inductivo, y
el rigor empírico en la reproducción de los textos, y establecen cuatro fases
en el proceso de trabajo: compilación-recolección, clasificación, descripción y
comparación. La obtención de datos sobre el terreno, la “búsqueda” de
informantes y el riguroso registro de la información, son algunos de los rasgos
del método que aplican. Los criterios científicos en el trabajo empírico se
manejan principalmente bajo la premisa del rigor positivista centrado en la
recopilación de la información y en la confección de colecciones. La fiel
reproducción de los textos, el respeto a los materiales y originales que
recogían, es decir la fidelidad a la narración oral fue su principal
peculiaridad. La segunda etapa del método seguido por los folkloristas fue la
comparativa. Su capacidad heurística se limita a mostrar las similitudes en los
ámbitos de la tradición oral y de los rituales festivos de diversos sistemas
socioculturales, que conocen a partir de la bibliografía y del intercambio de
materiales que verifican entre los distintos centros. Lo que posibilitó la
apertura hacia los estudios comparados en tradiciones culturales similares y
heterogéneas.
Para el caso español, estimulado por
la favorable acogida que tiene en Extremadura el mensaje de Machado y Álvarez,
sobre la nueva orientación metodológica y el carácter científico que atribuía
al folklore como disciplina, el profesor Joan Prat (1991) y posteriormente
junto al profesor Comelles (1992) han diferenciado entre las tradiciones antropológicas
(progresistas) y folklóricas (conservadores)
(1991, 1992), contrastando los contextos sociales, políticos e ideológicos que
hicieron posible su emergencia y reproducción. El primer discurso, en el que
incluyen a Extremadura, consiste en una reflexión sobre la humanidad y el hombre
en general; y el segundo no se interesaría tanto por el hombre en general, sino
más bien por el hombre en particular; un discurso folklorista y acientífico.
Aunque en el segundo trabajo se cuestionan y replantean la caracterización
modelada por Prat, en Extremadura la trayectoria personal y profesional de M.
Ramón Martínez, prominente intelectual del movimiento folklórico, pone en
cuestión el esquema dicotomizado. Porque el ideario político de M.R.M. hay que
situarlo en la mentalidad católica liberal, de tradición conservadora. Desde
posiciones metafísicas experimenta un paulatino desplazamiento hacia
planteamientos más empíricos. Krausista en su juventud, a medida que avanzan
los descubrimientos científicos trató de conciliar el creacionismo con el evolucionismo
y en particular con su versión spenceriana. Como creyente convencido, trata de
armonizar la doctrina de la revelación con los postulados y las evidencias
científicas. Martínez comparte la idea de la unidad común, psíquica y
biológica, del hombre; considera el medio ambiente y la historia como factores
condicionantes de la evolución, y, en último término, explica la diversidad
“racial” como variedades adaptativas. Pero cree también en un principio
teológico que ordena armónicamente todos los seres, rechazando en varias
ocasiones la tesis sobre la ascendencia animal del hombre. Lo que, sin embargo,
no le impide aceptar, desde su transformismo deísta, los datos positivos y los
avances que por entonces evidenciaban las ciencias. Ahora bien, entre los
folkloristas extremeños, en cuanto a su actitud ideológica, es un caso
excepcional, dado que la mayoría secundaron posiciones progresistas, de
tendencia liberal (Montaner y Calpena, Fuertes Acevedo, Abarrategui, Cortijo,
Muriel…) y en significado número el republicanismo militante (Romero, Chacón,
Osorio, Arenas, Pérez Toresano, Pimentel, Ortíz López, Real, Sotomayor, Pardo, Díaz
y Pérez).
De manera que Extremadura y los
folkloristas extremeños se enmarcarían, con matices, en el discurso
antropológico. Porque, salvo unos pocos nombres, entre ellos el de Matías Ramón
Martínez, con las consideraciones ideológicas que he hecho, y el de Máximo
Fuertes Acevedo, y tal vez Luis Romero, la mayoría, en cambio, habría que
situarlos en la tradición literaria. En Extremadura, aunque los estudios de
folklore en su primera fase tuvieron fines exclusivamente científicos, por lo
común los folkloristas procedían del campo de las humanidades, y aunque pronto
se adscribieron algunos individuos procedentes de las ciencias naturales, se
echa en falta una mayor aportación de los cultivadores de la medicina y las
ciencias naturales y experimentales. Lo que no fue óbice para que el folklore
extremeño, en su primera etapa, hiciera un esfuerzo por integrarse en el
paradigma evolucionista. Es decir, desde tal posición, desde el pensamiento,
las producciones resultantes y la rigurosidad que emplean en las técnicas hay
que considerar la “modalidad extremeña” representada por L.R.E, M.R.M y M.F.A.
dentro del discurso antropológico con las matizaciones ideológicas que he
referido. Porque en la tradición “antropológica” extremeña, que comienza con
los folkloristas, conviven dos tradiciones: una, continuista, la de los literatos, en la que todavía tiene peso el
esteticismo exotista, que enlaza con las corrientes románticas y la tradición
costumbrista anterior; y otra minoritaria, la de los rupturistas, que por su formación académica continúan la línea de
apertura a lo científico. La corriente cientifista, en la que tiene mayor
incidencia el método positivista e inductivo, transcurre por la literatura oral
y abre un marco de interés hacia otros ámbitos temáticos y creaciones
populares.
Ahora bien, entre las limitaciones
del folklore extremeño hay que señalar la ambigüedad a la hora de definir su
objeto de estudio, así como la incapacidad de contextualizarlo dentro del
sistema global e integrado de la cultura. Metodológicamente, los folkloristas
reflejan determinadas debilidades de trabajo. Y aunque entre ellos existe una
gran variabilidad en cuanto a su calidad científica, predominó el enfoque
descriptivo, un discurso a caballo entre una especie de empirismo etnográfico o inductivismo positivista -todo lo que se
considera científico tiene que ser probado con hechos, confundiendo ciencia con
el empirismo de los datos-, y la práctica erudita. Un sector numeroso otorga al
pueblo un carácter esencialista, que deriva de su concepción de éste como
depositario de valores fundamentales, genuinos y característicos, y que, en su
versión romántica, conserva las prístinas esencias nacionales. Los
planteamientos de trabajo de muchos folkloristas, recopilar, registrar y
acumular, entrañan una concepción museística de la cultura. Como observó
Honorio Velasco (1990), el modelo de las colecciones, su paradigma de trabajo
preferido, no supone planteamientos teóricos, aunque sí un archivo de las
costumbres locales-regionales. Los folkloristas, además, partían de la idea de
que en el folklore se hallaban vestigios de otras épocas ya superadas. Gracias
a ellas era posible mostrar las secuencias evolutivas. Porque se inscribieron
en la teoría del evolucionismo por su flanco más débil, la teoría de las supervivencias. Su preocupación por los orígenes
de las creaciones populares, que juzgaban pretéritas, dada su noción de pueblo
como relicario de tiempos pasados, así lo testifica. De la incapacidad del
folklore para superar tal modelo como única forma explicativa de lo tradicional
deriva la estrategia de la urgencia de la recogida de los materiales y la idea
de “peligro de extinción” que implícitamente contiene el esquema de las
supervivencias, fundado en la idea de que el progreso termina con la
“tradición” como se entendía entonces. La idea de la pérdida genera una
ideología que favorece la recogida de elementos folklóricos caracterizados por
su rareza, antigüedad o singularidad. La valoración romántica de la pérdida se
sustentaba en planteamientos teóricos erróneos, habida cuenta que las
expresiones culturales, obedeciendo a los principios de dinamismo y
funcionalidad de la cultura se transforman, reproducen y adaptan a los nuevos
entornos. O lo que es lo mismo, nuevas contingencias generan nuevas respuestas
o adaptaciones. De manera que entre las categorías de tradición y progreso, la
mayoría de los folkloristas, en general, y los extremeños en particular,
optaron por la primera, que tiene una precisa referencia al pasado. Ahora bien,
los miembros más activos del movimiento en Extremadura no sólo se dedicaron a
acopiar costumbres que pudieran ser tenidas como reminiscencias de un pasado
más o menos remoto; junto a esto, no pocos de sus estudios, especialmente los
de Martínez y Romero, muestran la vida del pueblo plenamente vigente en el
momento en el que se realizaron. Pero en Extremadura a finales del XIX, a pesar
de la significación de los autores mencionados, se tendió hacia un discurso
folklórico de matiz esencialista. Los continuadores de los primeros
folkloristas se distanciaron de estos, olvidando ése primer esfuerzo
positivista. El resultado: vuelta a la erudición y a un mayor distanciamiento
del ámbito científico. Desde entonces los estudios de folklore se escoran a un
costumbrismo de raíz romántica que exalta lo local-regional y, salvo
excepciones puntuales, se quedaron enquistados en la compilación de determinadas
manifestaciones de los sectores rurales, cuyos principales rasgos son el
coleccionismo, el descriptivismo tipologista, a veces de los elementos más
exóticos, y el enfoque arqueologista. Otra característica que perdura en los
folkloristas actuales es la falsa ideología acerca del peligro de desaparición
de ciertas supuestas peculiaridades idiosincráticas. Y, de aquí, la urgente
necesidad de su recogida.
***
Quiero concluir este texto con las
sentidas palabras que Alejandro Guichot y Sierra dedica a su amigo Antonio
Machado y Álvarez: “(…) Porque fue el
centro impulsor de todo aquél movimiento; porque realizó una labor de valor
étnico e histórico en la cultura general; porque animó el conocimiento real de
los componentes del Estado Español (…) bien merece un recuerdo en la intimidad
de la historia y del pensamiento hispánico (…) Y Sevilla dedique un recuerdo a
aquél espíritu ingenuo, carácter afable y llano, clara inteligencia y gran
corazón; a aquél fervoroso amante de la literatura y de las tradiciones del
pueblo español, que trabajó en esta ciudad con tanta fe y tanto desinterés por
su ideal folklorista, de grandeza española; a aquél hombre de ascendencia y
descendencia brillantes en las letras castellanas, y tan modesto como inspirado
(…) Todas las páginas de este libro dedicado a la memoria del fundador del
Folklore Español” (Guichot, 1922: 207).
***
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NOTAS
[1] El presente texto responde a la
invitación que formalmente me cursó la Fundación Machado y el profesor Miguel
Carvajal para participar en el número monográfico que la Revista Demófilo edita en homenaje a Antonio Machado y Álvarez y con motivo de la celebración de los
ciento cuarenta años de la publicación de El
Folk-lore Andaluz.
[2] Agradezco al
profesor y amigo Carlos Neila Muñoz la ayuda que me ha prestada en la
elaboración de los cuadros sobre la filiación matri-patrilineal de Antonio
Machado y Álvarez. Y a Gema Rodríguez
Rafael por su desinteresada disponibilidad.
Desconozco la
razón por la que, desde la generación de la abuela materna de Demófilo, se
pierde el apellido “Gato”; el que a veces figura con la grafía “Gatto”. En su
artículo de 1993 Pineda Novo confunde a la madre de Demófilo con su abuela,
probablemente porque ambas tenían el mismo nombre, Cipriana.